El Schalke pone al Madrid al borde de la eliminación y del colapso

Los alemanes aumentan la angustia blanca a semana y media del clásico

REAL MADRID 3 SCHALKE04 4

 

En uno de los peores partidos que se recuerdan, el Real Madrid dejó patente una crisis enorme de confianza e identidad perdiendo en casa ante el Schalke 04 y pasando a cuartos de final de la Liga de Campeones sacando balones de su área en su propio estadio. Si creían que la Champions llegaría una vez más como bálsamo para cambiarle la cara al equipo blanco no sólo se equivocaron ustedes. También todos nosotros, que pudimos adivinar un choque peligroso por el momento de juego del Madrid pero nunca una debacle de tales proporciones. Los alemanes se quedaron a un gol de dar la campanada de esta edición del torneo y provocar un auténtico terremoto.

 

No salió absolutamente nada de lo que el equipo blanco tenía previsto. Acostumbrados como estamos a ver al Real Madrid levantarse tras algun traspiés en sus competiciones domésticas utilizando el escenario europeo, ni siquiera esta vez pudo sacar la sonrisa de las citas Continentales. Europa no resultó cómoda, sino que agravó aún más el ya patente e innegable estado de shock de los protagonistas de la función. Unos futbolistas superados por las circunstancias, nerviosos y sin soluciones.

 

Habrá que preguntarse cómo salir de la situación. Es algo que seguro el club tendrá presente porque resultaría ingenuo pensar que se ha llegado a este punto por un exceso de confianza y de recuerdos de éxitos cosechados en 2014. No puede ser solo eso. Una exhibición tan clara de incapacidad física y mental sólo se explica desde una perspectiva más general. Los jugadores no son impermeables. Saben lo que se habla y lo que se cuece, y también lo que se espera de ellos. Está claro que ahora mismo viven superados psicológicamente tratando de sortear un muro que se les hace infranqueable: El de encontrarse a sí mismos de nuevo.

 

Pero eso no les exculpa. En los primeros minutos comprobamos en seguida que no habría función plácida. El Schalke podía tocar y tocar en el medio campo apoyado en sus laterales, especialmente Fücks por la izquierda. El sistema de tres centrales planteado por Di Matteo le proporcionó superioridad numérica en el medio campo con la incorporación de los carrileros. Una vez más. Ancelotti se dejó a Lucas Silva y Carvajal en la grada por alguna razón y dio entrada a Khedira y Arbeloa. Ninguno supo encarar el choque y su falta de ritmo se sumó al desconcierto general de todo el equipo. Todo ello provocó que el Schalke se encontrase muy cómodo cada vez que recuperaba en campo propio, lanzando contraataques sin oposición en el repliegue defensivo blanco.

 

Tres ocasiones precedieron al 0-1, obra de Fücks, que controló ante la pasividad de Arbeloa y probó unos puños excesivamente fríos de Iker. Para entonces la 'música de viento' del Bernabéu era ya plausible. El portero, de forma cada vez más intensa y Gareth Bale en otra noche para olvidar, fueron las víctimas favoritas del público. Cristiano empató poco después y pareció que todo quedaría en una mala digestión del inicio. Por cierto, que el luso marcó otra vez de cabeza, el cuarto tanto de los últimos cinco que anota de esta manera. 'Maneras' de nueve puro, posición que cada vez le es más cómoda en lugar de la banda. Sintomático.

 

El panorama no varió en el juego y Huntelaar marcó el 1-2 en otra mala acción de Casillas en un despeje. El cabreo de la grada iba creciendo y las ocasiones locales se contaban con los dedos de una mano. Fue entonces cuando el panorama empezó a oler seriamente a posibilidades de debacle. Pero no hubo tiempo para tomárselo en serio porque Cristiano, a centro de Coentrao (fabuloso) y de nuevo actuando de ariete, empató justo antes del descanso. 

 

La salida de Modric animó a todo el Bernabéu y la segunda parte empezó con un tanto de Benzema que parecía despejar definitivamente las angustias. Hubo algunos minutos de más control con el croata sobre el juego, pero en general la noche no prometía tranquilidades. Sí se las tomó el Madrid, que creyó que el Schalke no se atrevería a dar más bofetadas. Pero entonces llegó el disparo ajustado del jovencísimo Sané, que hizo a Casillas estatua y de nuevo despertó pitos. Ya no hubo consuelos para el capitán.

 

El Madrid advirtió el peligro real y dudó entre irse arriba o intentar achicar espacios. La duda fue la peor decisión. Con un equipo roto y sorprendido de sí mismo, sacando balones de su área, el corazón del madridismo se encogió con un golazo de Huntelaar a falta de seis minutos. Pero finalmente no hubo debacle. Sí bronca monumental al final, de las que no se recuerdan. El Madrid estará en cuartos pero a nadie le importará mañana. Y en semana y media llega el Barça...