El mensaje del vestuario del Madrid a la directiva sobre el mejor 'fichaje'

Los gestos y las palabras de los pesos pesados hablan por sí sólos

Fue uno de los temas más comentados ayer, en la víspera de la ida de las semifinales de la Champions contra la Juventus: Iker Casillas, cuestionado por la figura de Carlo Ancelotti en una entrevista en La Gazzetta dello Sport, no dudó en deshacerse en alabanzas hacia el técnico. "Es el entrenador que ha devuelto la sonrisa al madridismo, que ha traído la tan deseada Décima, cosa que no ha hecho ninguno". Otra declaración de intenciones por parte del capitán, que se une a otros muchos gestos por parte del resto de integrantes importantes de la plantilla.

 

Sin ir más lejos, Cristiano acudió a abrazarse con el italiano nada más marcar el 1-3 en el Sánchez Pizjuán de Sevilla el pasado sábado, y lo hizo de forma efusiva, para que lo viese todo el mundo. Igual que Marcelo hace unos meses, en Gelsenkirchen, al anotar el 0-2 que, en aquel momento, sentenciaba la eliminatoria de octavos de la Champions ante el Schalke en la semana más dura para Carletto, que había sido señalado tras el 4-0 del Calderón hacía sólo unos días.

 

Sergio Ramos siempre ensalza al técnico disparando con cierto "veneno" hacia otros (ya saben a quién me refiero) cuando le toca hablar ante los medios. "Me gustan los entrenadores con huevos y él es uno de ellos", dijo nada más ganar el equipo blanco al Atlético en el Bernabéu hace dos semanas. Está claro que el vestuario está con el entrenador y que el entrenador tiene ganado al vestuario. No así a una parte de la afición. Y pese a todo, pese a ser el hombre que logró ganar la Décima, su futuro en la casa blanca depende, dicen, de que gane alguno de los dos títulos aún en juego.

 

Eso es lo que pretende evitar el vestuario. O, al menos, trata de dejar clara cuál es su postura con respecto al banquillo y la próxima temporada. Aparte de los resultados deportivos los futbolistas quieren que Ancelotti siga porque se encuentran a gusto trabajando con él, una situación que añoraron durante mucho tiempo, consideraciones aparte sobre su rendimiento.

 

Ahora le toca al club decidir en qué medida le conviene tener un vestuario contento, centrado y unido en torno a una figura en la que crea y en la que confíe, o volver a cambiar el discurso, el perfil y el esquema del conductor de orquesta. No necesariamente para mal, pero tampoco necesariamente para bien. Y todo ello en un entorno en donde los entrenadores pocas veces han aguantado más de dos o tres temporadas, pese a ser siempre apuestas de la propia directiva.