Pep Guardiola empieza a hartarse del Bayern y da largas a su renovación

La situación de Guardiola en el Bayern le genera las mismas sensaciones que le impulsaron a abandonar el FC Barcelona

Aunque el Bayern Múnich lo gane todo este año -sólo Barça y Juventus aspiran también al triplete- Pep Guardiola medita seriamente su futuro lejos del Bayern Múnich. Los últimos acontecimientos, el polémico adiós del cuerpo médico del club, las críticas tras el 3-1 de Oporto y la presión envenenada de un entorno cruel que lideran las míticas figuras del pasado con Franz Beckenbauer a la cabeza, han conseguido generar en Pep una situación de hartazgo similar a la que experimentó cuando tomó la decisión de abandonar el FC Barcelona.

 

Hace apenas dos días, Guardiola era el centro de todas las críticas. Ahora Karl-Heinz Rummenige, la cabeza visible del club, va loco por renovar el contrato de tres años firmado con Pep que expira en junio de 2016. Hoy mismo el diario Bild recoge unas palabras del presidente en ese sentido: "en el segundo semestre del año iniciaremos la negociación para prolongar el contrato de Pep Guardiola. Creo que tenemos muy buenas bazas para tenerlo como entrenador aquí después de 2016", ha dicho Rummenigge.  Y se basa en que "Pep respeta totalmente la cultura del Bayern. No hay nadie en el club que tenga que tratar con Pep y no esté entusiasmado con él". También ha negado que Pep tenga "demasiado poder".

 

Ese es precisamente el problema. A Pep le gusta hacer las cosas a su manera. Se fue del Barça cuando entendió que decisiones  trascendentes que él quería adoptar -la baja de jugadores ilustres entre ellas- no era compartida por la directiva. Cuando fichó por el Bayern lo hizo convencido de que le sería fácil entenderse con los gestores del club, ya que la mayor parte de ellos han sido futbolistas de elite, como él. Sin embargo, en Múnich ha podido comprobar que el entorno que rodea al equipo es todavía más peligroso que el que conoció y dominó en el Barça. En el Camp Nou era un símbolo con todo el crédito del mundo. En el Bayern es sólo un mercenario que ha llegado a Múnich por dinero y al que sólo los resultados positivos mantendrán en su puesto.

 

Pep quiere más poder. Exige tener las manos libres para tomar decisiones. Y ni Rummenigge ni el consejo de administración del Bayern están dispuestos a ceder su cuota de control sobre el club. Guardiola no perdona las críticas encarnizadas en contra de su persona que se han producido en los últimos días. Y sabe que muchas de ellas están teledirigidas desde la propia directiva. En el momento de la victoria todo son palmaditas, pero la derrota no entra en los cálculos de nadie y desborda las pasiones en su contra. Heredó un equipo campeón de Liga, de Copa y de Champions League de Jupp Heynckes y todo lo que sea menos que eso es un fracaso cuando se trata de analizar el trabajo de Guardiola, que no perdona que se haya puesto en tela de juicio lo que para él es lo más sagrado: su filosofía de juego. Entiende que cuando fueron a ficharle querían ese fútbol y no entiende que ahora se rasgen las vestiduras porque el Bayern no juega al patadón y el pase largo.

 

Mientras tanto, surgen los rumores del Manchester City, que a través de su amigo Txiki Begiristain le ha hecho llegar una oferta. E incluso del FC Barcelona, que entra en un periodo electoral en el que el apellido Guardiola podría tener mucho peso decantando la identidad del candidato ganador. Guardiola tiene previsto acabar su contrato con el Bayern en junio de 2016 y pondrá muchas condiciones para seguir. Demasiadas para la escasa voluntad de los directivos del club alemán de plegarse a los caprichos de un entrenador español. Como hizo en el Barcelona, en donde renovaba de año en año, Pep no dará a conocer su decisión sobre su futuro hasta el mes de marzo de 2016, a tres meses de finalizar su contrato. Y será él quien decida. Nadie lo hará por él.