Reportaje DB: Del Pep Team al Barça postmoderno de Luis Enrique

Si hay un equipo dominador del fútbol mundial en el siglo XXI es el Barcelona. No sólo por el qué, sino por el cómo.

La apuesta por un estilo de juego atrevido y combinativo en el que se defiende con y no al balón, ha servido como guía tanto para su propia y fructífera cantera como para una inmensa cantidad de clubes. Hoy el portero juega de libre y debe ser capaz de lanzar pases de 30 metros al pie. A su vez, los laterales son dobleces de los extremos y comienzan las jugadas sobre la línea de cal y a la altura del medio del campo. Hoy los clásicos delanteros tanque, grandes y torpones pero con veneno en el ADN, corren peligro de muerte si no aprenden a explorar fuera del área y a asociarse lejos de su territorio.

 

La apuesta por la Masía ha sido otra de las señas de identidad del mejor Barcelona de la historia. En una olla se han podido mezclar al mismo tiempo los mejores ingredientes: los productos autóctonos como Xavi, Iniesta, Puyol, Busquets o Valdés; lo más sabrosos del mercado, como fueron en su día Alves y Mascherano o ahora son Suárez, Rakitic o Neymar; y el alimento más exquisito del mundo, que es Leo Messi.  Si a todo eso le añadimos una buena mano en la cocina (Guardiola y Luis Enrique), tenemos una de las delicatesen que más han disfrutado los amantes del fútbol.

 

El Pep Team enamoró y firmó una época en la historia de este deporte: Champions, Ligas y Copas han ido superpoblando las vitrinas del Camp Nou a una velocidad vertiginosa. Incluso el Bernabéu se convirtió en una segunda vivienda de fin de semana para los de Guardiola, con los múltiples resultados favorables que sacaron del feudo del eterno rival, incluido el histórico 2-6. Mourinho apareció como el antibarsa, primero con el Inter y luego en el Madrid, con quien consiguió controlar un poco el incendio pero ni mucho menos pudo acabar el fuego. No obstante, la huella de un equipo que flotaba al son de sus locos bajitos y con la mejor de versión de Messi en esa posición inventada de falso 9 ha quedado marcada.

 

Guardiola, se fue, Messi se avinagró, Martino apareció, el cholismo llegó al orgasmo con una Liga en Barcelona y el Madrid ganó la Décima… Parecía que aquel Barça de antaño quedaba cada vez más lejos y que jamás volvería. Y no lo ha hecho. El que ha llegado es Luis Enrique, que ha desempolvado el cartel de coco de Europa para volver a sembrar el pánico en el Viejo Continente después de un triplete el año pasado y una temporada 2015-2016 en la que dan miedo.

 

Con otra forma de ver el fútbol, el asturiano ha hecho un equipo de ensueño que recuerda por logros y ratos de juego al de Pep, pero con muchas diferencias. Sin perder la esencia de antaño de juguetear tranquilamente con el cuero para imprimirle velocidad en los últimos metros y llegar con mucha gente al área, el nuevo Barça es una versión mejorada del de Guardiola. Quizás ya no esté Xavi para orquestar la sinfonía, pero vemos como crece cada día más Busquets. Quizás ya no esté Valdés, pero Luis Enrique ha encontrado en Bravo y Ter Stegen a dos porteros con gusto por el trato de balón, de esos que encajan a la perfección en el estilo blaugrana. Quizás ya no esté Puyol, pero estamos viendo la versión que se le ha pedido muchas veces a Piqué y a un Mascherano que es heredero del carácter y la raza del que fuera capitán con Pep. Quizás no haya vuelto a salir un Pedro o un Busquets, pero han explotado Sergi Roberto y Rafinha (hasta su lesión). Quizás Messi ya no juegue de falso nuevo, porque sin polémicas, enfados ni amarguras, ha aprendido a jugar donde le da gana y ha encontrado dos buenos amigos y socios con los que está destrozando registros y redes, muchas redes.

 

 

La MSN, los tres tenores… Mediáticamente son lo más ruidoso de este Barça y no es extraño. Neymar  tiene muchas papeletas para usurpar el trono de Messi (o de Cristiano cuando aparecen los episodios de apatía del argentino) como futuro ídolo mundial, Suárez se amolda estupendamente a ese rol de delantero voraz y letal con capacidad asociativa y Messi, simplemente, es feliz con ellos dos y, como muchos artistas, se expresa mejor cuando su estado de ánimo es positivo.

 

La lectura de Luis Enrique es perfecta. Ha sabido mantener el gusto por el juego y tiene un ojo puesto en la prolífica cantera culé, pero ha añadido ventajas que el Pep Team no tenía. Con Guardiola se sufrió siempre en los balones aéreos, mientras que Luis Enrique ha sabido sacar partido a este tipo de jugadas en ataque y a defenderlas en área propia, teniendo ambos técnicos plantillas de pequeña estatura. Pero la principal arma que incorpora este gran Barça 2.0 es el contragolpe. Nunca veríamos al Barça de Guardiola contragolpeando, mientras que con Luis Enrique se le ha cogido el gusto a correr en manada desde atrás.

 

Este Barcelona es capaz de dominar, de llevar el ritmo y de jugar a lo que quieren Iniesta, Busquets, Rakitic y Messi, pero hay momentos en los que se transforma. Ha aprendido a respirar sin el balón (incluso a ratos le coge el gusto) y no siempre ejerce una presión adelantada tan efectiva y asfixiante como la que implantó Guardiola. Ahora, como vimos por ejemplo en la ida contra el Arsenal, es capaz de sestear, de dormirse en su guarida con un ojo entreabierto para invitar al rival a entrar y desprotegerse atrás y, luego asestar zarpazos al contragolpe. Ese es uno de los mejores aciertos de Luis Enrique, que ha comprendido que si los tres de arriba son buenísimos sin espacios, cuando les das llanura para correr y driblar no hay presa que se les resista.

 

Iñigo Esteban