Oído en Madrid: El vestuario del Barça no es Disneyland, hay que aprovecharlo
El club blanco quiere sacar tajada de todos los procesos abiertos en el eterno rival para intentar impedir otro año de títulos culés.
El Real Madrid tiene sus propios problemas, que no son pocos, pero estos últimos días mira a Barcelona con cierta 'compasión' bien entendida. Está siendo un año y un mes (el primero de 2016) tremendamente complicado para el club de Concha Espina, que ya casi no acierta a contabilizar los 'líos' que han ido salpicando la gestión deportiva e institucional a lo largo de todo 2015 y en estos primeros días del año en curso. La salida de Iker Casillas, la renovación de Sergio Ramos, el no fichaje de De Gea, la alineación indebida contra el Cádiz en la Copa del Rey, la destitución de Benítez (y la de Ancelotti) y la sanción FIFA sirven como 'pequeño' resumen.
Pero, como decimos, existe cierta zozobra en el entorno madridista. Porque su eterno rival, el Barça, si bien no parece flaquear en cuanto a títulos y rendimiento deportivo, sí empieza a hacerlo en otros aspectos que al final siempre terminan siendo importantes para el día a día incluso futbolístico de una entidad. Los casos de algunos de sus futbolistas con Hacienda y las llamadas a declarar de sus dirigentes e incluso de Leo Messi, unidos al culebrón que se ha formado en torno a la renovación de Neymar han provocado que, últimamente, esa especie de 'jardín del Edén' que parecía el vestuario culé se empiece a cuestionar desde fuera. Ahora surgen rumores sobre un lento pero continuado proceso de distanciamiento entre el brasileño y el crack argentino, cuando hasta ahora la base del éxito azulgrana había estado en la sorprendente armonía de sus tres delanteros, que conforman -y siguen conformando- una de las líneas de ataque más mortíferas del planeta.
Leo Messi y Neymar se hicieron juntos la fotografía como primer y tercer mejor jugador del mundo respectivamente, con Cristiano Ronaldo en medio de los dos, en la última Gala del Balón de Oro celebrada en Zúrich. Una instantánea que el brasileño espera repetir muchas veces, aunque no subido al mismo escalafón del podio, evidentemente. Y aunque no quiera, al final sabe que esa lucha por ser el mejor terminará enfrentándole a su compañero de equipo. Algo, unido a los muchos problemas que tanto él como su entorno están teniendo con la justicia en la ciudad Condal, y una renovación de contrato en la que pide un aumento de salario difícil de cumplir por el Barça, que hace que el Madrid se interese y 'malmeta'.
Problemas que no dejan de ser típicos en un club grande, en un gigante del fútbol europeo con un presupuesto descomunal y, por tanto, con una capacidad sin parangón para mantener en una misma plantilla a distintos cracks de todas las partes del mundo. Un cóctel tan bonito como explosivo que, cuando las cosas van bien es digno de enamoramiento pero que conforme va pasando el tiempo, se va agrietando. Siempre hay problemas, egos, cuestiones que terminan socavando la relación diaria entre futbolistas. Algo de lo que saben y mucho tanto el Real Madrid como Florentino Pérez, que también tienen sus propios problemas en casa y que los han tenido varias veces a lo largo de la última década larga.
Por eso el Madrid sonríe desde la distancia. Sabe que los éxitos acabarán consumiendo a este Barça en el que "no todo es Disneyland", como parte de la prensa intenta hacer creer siempre. Y confían en que estas cosas acaben por derribar otro castillo de naipes que, esperan, ya haya exprimido casi todos sus frutos. Mientras tanto, espera agazapado, intentando llevar a cabo una reconstrucción propia de su vestuario con vistas a aguantar un año entero sin fichar, y a construir un equipo joven y preparado para las exigencias del fútbol actual, a ser posible con mucho componente nacional.