Reportaje DB: Británicos en la Liga española
Esto del fútbol siempre se ha visto rodeado de misticismos y leyendas que han hecho de él algo más que un deporte.
Como si de una fábula maldita se tratase, hay una historia que rodea a uno de los países más futboleros por antonomasia. Una de las mejores ligas del mundo como es la Premier League inglesa es hoy cuando importa talento internacional a sus clubes. Muchos son los españoles que han emigrado por cuestiones económicas y como codiciados ingredientes de uno de los productos estrellas para el consumidor de fútbol. Los Silva, Cazorla, Mata, Cesc y compañía aliñan con un toque diferente uno de los mejores menús futbolísticos a degustar por la vista de cualquier espectador que se precie.
Aquel fútbol rudo y directo de antaño y acuñado en el país que dio a luz este maravilloso deporte ha evolucionado hoy en día y dispone en la actualidad de equipos que apuestan por el fútbol de calidad y de toque. Siempre quedarán los tipos como Rooney, Carroll, Stones, Terry o los ya ‘auto-geriatrizados’ Gerrard y Lampard; esos tipos de tez pálida, fuerza y recorrido, carácter británico y pierna dura. Hombres clásicos de las islas que se incrustarían sin desentono a aquel característico balón largo, peinada y llegada para aprovechar caídas y segundas jugadas.
Tal vez sea ese hábitat en el que se respira tradicionalismo y fe por la cultura propia lo que hace que los jugadores británicos se sientan cómodos en casa y reacios a cualquier tipo de emancipación que conlleve abandonar las islas. Algunos han sido los que, ávidos de nuevas experiencias, pusieron rumbo a otras grandes ligas y muy pocos los que dejaron su huella. Laurie Cunningham fue uno de los primeros en sentirse atraído por España, al margen de la paella, el clima, y las playas del Mediterráneo. Aquel jugador ilustre por ser también el primer jugador de color en vestir la casaca inglesa allá por los 50, seducido por los cantos de sirena madridistas estuvo 4 años en Concha Espina dejando un buen recuerdo. Incluso llegó a arrancar una ovación al Camp Nou. El Rayo disfrutaría de aquel jugador que dejó más mito por lo que supuso por su color de piel y por su espíritu pionero y aventurero que por ser un gran jugador. Desafortunadamente fue en España donde también se dejó la vida en un accidente de tráfico.
Ilustre para nuestro fútbol fue un tanque de área, red e ídolo de Anfield que llegó a Pamplona con el mismo acento que el que tiene hoy en día, 20 años después. Michael Robinson, más asociado al fútbol de domingo por la noche con una voz y una pronunciación que se asocian a hierba cortada y goles para cualquier espectador español, fue otro valiente que vino a probar nuestro fútbol y no se quiso ir.
En España, más acostumbrados a valorar lo de fuera que lo que teníamos en casa, se han hecho apuestas fuertes por más de un jugador británico pero quizás el clima, el idioma o el carácter de los pretendidos tan sólo nos ha permitido contemplar casos concretos con éxito. Tirando de recuerdos propios, el Madrid ha sido el que ha apostado más por romper con una especie de leyenda que asegura que ningún jugador de las islas es capaz de triunfar fuera de allí.
La verdad es que no siempre han salido bien. McManaman, aquel joven de melena rizada y rojiza, salió por la Ley Bosman de Liverpool para probar en el Madrid y dejó buen recuerdo con un golazo en la octava Champions blanca al Valencia. Carácter simpático de un fino y rápido centrocampista del que se esperaba más.
Florentino, con su política de hacer una galaxia en el Bernabéu, no pudo evitar mirar a Inglaterra como gran liga mundial y también allí pescó peces gordos. Por un lado, Beckham significó el boom del merchandising en el mundo del fútbol y la consagración del modelo “equipo=empresa” que impone el señor Pérez. Pero aquel caballero, icono de moda y plástico lanzador de faltas demostró fondo de armario; además de un guante de seda en su pie derecho, sacó muchas veces como doble pivote el mono de obrero para correr y presionar en una faceta que muchos desconocíamos en él. Fue feliz y así lo asegura él aunque entre Capello y su mujer, que aseguró que “España olía a ajo”, consiguieron que se marchara quizás antes de tiempo.
David hizo de Cicerone para un compatriota como Michael Owen que llegó con la vitola de Balón de Oro pero a una delantera que ya tenía dos claros dueños como eran Raúl y Ronaldo. El afán coleccionista de Florentino hizo que aquel joven talento de Liverpool, tras un año en el que metió varios goles desde un sitio que no era el suyo (el banquillo), no volviese a ser el mismo ni en sus añoradas islas.
Hoy es un cuestionado Bale, que también sucumbió a los encantos florentinianos, el que parece no acabar de adaptarse. Con Ancelotti el primer año sí aporto más de lo que se dice con goles, asistencias, un retrato a Bartra y un cabezazo en Lisboa. Pero entre la hernia, sus deseos contraproducentes sobre dónde jugar, un carácter introvertido y una supuesta rivalidad por encabezar un proyecto que ya tiene líder le tienen siempre en el punto de mira. Ni una mala palabra, eso sí, de ninguno de los casos citados: caballerosidad británica en estado puro.
No sólo de jugadores vive el fútbol. Y es que Toshack fue otro ilustre británico que pasó por nuestro fútbol. Aquí está el único que sí tuvo más que una palabra y gestos fueras de lugar con los medios y no llegó a triunfar aunque todavía hay gente que le recuerda gratamente en San Sebastián. Justo la misma ciudad que apostó hace bien poco por otro técnico de las islas. David Moyes, que tras su éxito en el Everton pinchó como heredero de Sir Alex Ferguson en Manchester y refrendó su fracaso en la Real. Ni el idioma, ni los métodos de Moyes han servido en Anoeta. Unos van y otros vienen, ya que la salida de Nuno de Valencia ha puesto a Gary Neville en Mestalla. El ilustre lateral de aquella mítica quinta de Old Trafford, volverá a ocupar la banda, ahora como técnico, y representará esa pequeña y peculiar colonia inglesa que prueba nuestro fútbol. Difícil papeleta y aventura complicada, más aún tras estrenarse cayendo eliminado en Champions y con una de la gradas más críticas de España.