Lo que les dijo Luis Enrique a sus jugadores en el descanso de Balaídos

La primera mitad fue un desastre y quien más quien menos esperaba un rapapolvo para enderezar el rumbo

Los jugadores del FC Barcelona esperaban un buen rapapolvo de Luis Enrique en el descanso del partido que ayer les enfrentó al Celta por el desbarajuste táctico total que vivió el equipo azulgrana en Vigo en la primera mitad. ¿Y qué pasó? Nada. Luis Enrique no les dijo nada especial. Ni hubo reprimenda ni hubo reorganización táctica. Y es que desde el ya mítico partido de Anoeta en el mes de enero, la gestión del vestuario la lleva el propio vestuario a través de la autogestión.

 

Iniesta, Mascherano y Piqué tienen el peso y la suficiente autoridad moral en ese espacio para ejercer de jugadores, capitanes y entrenadores. Desde Anoeta, Luis Enrique ha dejado de ser técnico para convertirse en simple alineador. Hasta ahí llega su autonomía. Pero aún así, se ve forzado a sacar a los de siempre cuando desde dentro oye críticas hacia sus experimentos con jugadores de la cantera, como sucedió con Sandro y Munir en el partido del domingo ante el Levante en el Camp Nou. El resultado de esta situación es que el Barcelona vive de la innegable calidad individual de sus futbolistas, pero ahí dentro no hay una piña, un todos a una, una implicación total del vestuario. Tiene que ser Juan Carlos Unzué quien ejerza de nexo de unión y quien trate de realizar las funciones motivadores que precisan unos jugadores que ya lo han ganado todo y a los que les cuesta tener hambre de títulos.