Lo que pasó en el vestuario azulgrana los días previos al Barça-Granada
Luis Enrique lleva la lección de Anoeta tatuada en la piel
Luis Enrique no está para broncas. El técnico lleva la lección más que aprendida desde que el pasado curso le llamaron la atención en Anoeta: en el Barça juegan diez y Messi, y los diez mejor que sean los que el barcelonismo recita de memoria en cada posición. El equipo, entonces, terminó harto de inventos/rotaciones sin sentido que mermaron las capacidades/nivel del equipo. Lucho fue advertido ante la Real. Un doble aviso, Bartomeu/vestuario, que fue la clave del triplete. Desde entonces, el asturiano mide sus movimientos con inteligencia. Ante el Levante, trasladó sus ideas a Iniesta, capitán y conexión con el grupo conjuntamente con Unzué/Mascherano.
El pensamiento del técnico, consensuado, partía de la necesidad de descargar de minutos a los titulares ante un rival batible alineando efectivos de segunda fila: Munir/Sandro/Bartra. Luz verde a un movimiento que, explican, fue autorizado únicamente para partidos en el Camp Nou con oponentes de la zona bja de la tabla: el grupo tiene muy claro que jugar con fuego en los desplazamientos sería quemarse. En campo contrario no hay rival pequeño y deben jugar los mejores. Las rotaciones, que no enamoran en la plantilla por el bajón de calidad del equipo y el sobre esfuerzo que deben realizar las 'buenos' para tapar las carencias de los 'malos', quedan delimitadas a algunos encuentros de casa hasta enero, cuando la llegada de Turan/Vidal deberá devolver al equipo a la normalidad. Luis Enrique toma nota.