El antimadridismo de Piqué gusta especialmente a un miembro del vestuario

La abierta animadversión del central hacia el eterno rival de los azulgrana cuenta con todas las simpatías por parte de Luis Enrique

Gerard Piqué siempre lo ha tenido muy claro: al enemigo, ni agua. Y para el central del Barcelona, el gran némesis de los azulgrana no es otro que el Real Madrid. Lo ha dejado muy claro en su última intervención ante los medios de comunicación. "No me arrepiento para nada, haría esto una y mil veces porque soy así. Yo quiero que el Madrid pierda siempre y esta es la rivalidad deportiva que ha existido en España siempre. No voy a pedir perdón", ha recalcado el central azulgrana.

 

Se refiere, desde luego, a sus muchos desplantes hacia el conjunto madridista. Hay donde elegir. Desde levantar la mano ostensiblemente después de que el equipo azulgrana derrotara por 5-0 al Madrid de Mourinho en 2010, pasando por su agradecimiento a Kevin Roldán ("contigo empezó todo") en referencia a la fiesta de CR7 tras el tropiezo ante el Atlético o la particular dedicatoria en la vuelta de honor tras hacerse con la Supercopa de Europa ("que se jodan los de Madrid").

 

Tampoco le duelen prendas al asegurar que el agradecimiento a Iker Casillas después de felicitarlo por el nacimiento de su segundo hijo tenía un particular recadito ("gracias, pero que te metan cuatro", algo que acabaría pasando en el último derbi madrileño en la Liga, como no ha dudado en recordar el propio defensa con un sentido "¡Y se los metieron!") o que vio el partido de vuelta entre el conjunto madridista y la Juve vistiendo la camiseta de Gianluigi Buffon, el portero de la Vecchia Signora.

 

La actitud abiertamente antimadridista de Gerard Piqué cuenta con el pleno apoyo de su técnico, Luis Enrique, quien no duda en afirmar una y otra vez, cuando se le recuerda su paso por el Madrid, que no se reconoce vestido de blanco. El final de su etapa en el club de Chamartín fue muy abrupto y el asturiano no es de los que olvida fácilmente este tipo de cosas. Jugar en el Santiago Bernabéu destapaba siempre su lado más visceral. Hasta límites insospechados. La primera vez que lo hizo defendiendo la elástica azulgrana, en 1996, estuvo a punto de marcar de chilena y no dudó en restregar su barcelonismo a diestro y siniestro cuando, un año después, logró el último gol del ajustado triunfo barcelonista por 2-3.