Habla la afición: Nicolás Otamendi, Pragmatismo 1-0 Romanticismo

VCForever nos escribe su opinión sobre el caso del central argentino

Hacía mucho tiempo que no se veía en el VCF a un central como Nicolás. Su imagen de líder de la defensa, capaz de marcar la raya y de imprimir ese carácter necesario no se recordaba por Mestalla desde los tiempos de Ayala. Su gesto de General al marcar un gol no pudo dejar de evocar al del Ratón pidiendo calma tras su gol en Málaga.

 

Es por eso que cuando, tan solo dos días después de acabar la temporada, su agente sacó a pasear la lengua en el medio de cabecera de los rajadores oficiales del club, todo pareció un déjà vu. Ayala siguió el mismo protocolo que Nicolás, con el agravante de que su destino preferido era más cercano y más doloroso para un valencianista. Pero al final todo quedó en nada, y la historia ya la conoce todo el mundo. La época de mayor gloría del valencianismo estuvo comandada por Roberto Fabián.

 

El dilema a estas alturas es claro: ¿Debería el VCF dejar salir a Otamendi? Obviamente hablamos de un precio inferior a esos 50 millones a los que Lay Hoon dijo que se remitiría. Si alguien paga su cláusula poco podrá hacer el equipo che. Guste más o menos. La verdadera pregunta es si el VCF debería abrirle la puerta de salida a un jugador que ha declarado –Eugenio López mediante- que quiere salir y que haría todo lo que está en su mano para forzar esa salida. Llegamos a un debate que se bifurca entre el sentimiento y la practicidad, entre el romanticismo y el pragmatismo.

 

A nadie le sentaron bien las palabras del representante del argentino, que además de declarar abiertamente la intención de su jugador de abandonar el club, menospreció al club y a sus dirigentes, haciendo ver que al final él y Mendes harían lo que quisiesen y acabarían ayudándose de Peter Lim para pertrechar sus planes. Ni tampoco que Nicolás refrendara cada una de esas palabras. La estrategia tomada por el central y su agente fue la equivocada y ayudó a ponerle en el punto de mira de la afición. El tiempo ha demostrado que la cosa no era tan bonita como su representante, en un interés claro de rebajar la cantidad a pagar por el jugador, dibujó en el aire.

 

Pero esa punzada en el escudo de cada valencianista por la situación creada no tiene que ocultar la realidad. Y la realidad es que Otamendi fue el mejor jugador de la temporada pasada. Sin su presencia, seguramente, se hubieran dejado de sumar muchos puntos. No solo por sus goles, que también ayudaron, si no por sus acciones defensivas y la seguridad transmitida a una línea de atrás que siempre sabía que podía contar con el tatuado de aspecto vikingo cuando fuera necesario. Gran parte de lo ganado en la temporada anterior fue a nivel defensivo, y Nicolás fue responsable en un alto grado de ello. Tener que prescindir de la pieza más importante es siempre un riesgo de consecuencias desconocidas.

 

Es por ello que hay que dejar el romanticismo a un lado. Y más en los tiempos que corren donde, para gran desánimo de muchos, el fútbol es un negocio. Con muchos sentimientos detrás, pero al fin y al cabo el euro es el que acaba moviendo todo. De poco servirá tirar de orgullo y entonar el “pues si se quiere ir, que se vaya. Yo no quiero jugadores que no sientan el escudo” si al final de temporada el equipo sufre una involución motivada por la venta del argentino. Porque por encima del sentimiento de pertenencia y la evocación al pasado más visceral, está el equipo. Y al final, hasta aquel que sintiera la puñalada más grande cuando se enteró de que Nicolás quería abandonar el equipo, ondeará la bufanda al viento si el equipo funciona y consigue triunfos gracias a su buen hacer.

 

No hay que olvidar que Otamendi, pese a comunicar meses antes de la conclusión de la pasada temporada su intención de abandonar el club en verano, demostró su profesionalidad hasta el último día. Tal es así que fue el autor de uno de los goles de la victoria en Almería, que a la postre serviría para clasificar al equipo para la previa de Champions. Y estoy seguro de que si finalmente se acaba quedando, el internacional argentino volverá a demostrar su profesionalidad y lo dará todo por esta camiseta. Que al final, es lo que realmente importa.

 

A mí no me dolería en prendas mejorarle el contrato al fornido central de Buenos Aires si esto supone que cambie su mentalidad y vea al VCF como la plataforma para potenciar sus virtudes a la vez que ayuda a dotar al equipo de las armas necesarias para competir contra esos equipos a los que ahora le gustaría marcharse. Eso sí, nunca rebajando su cláusula buscando una posible salida la temporada que viene. No sería cuestión de aumentar sus emolumentos como contraposición a su deseo de marcharse, si no como recompensa a sus servicios prestados. Porque si a día de hoy hay un jugador que ha demostrado su valía para el equipo, ese es Otamendi. Y no me queda duda de que seguirá dando muestras de ella si el 1 de Septiembre continúa vistiendo la camiseta che.

 

Es por ello que más allá del posible uso que podría darse a los 50 millones obtenidos con su traspaso, la apuesta más segura es seguir contando con él. Podría ser la mejor inversión. Pese a que al principio pueda doler, el sentimiento de rechazo y desazón irá transformándose con cada despeje acrobático y cada saludo militar tras conseguir anotar. El romanticismo a veces tiene que dejar paso al pragmatismo por el bien común. Y  este es uno de esos casos.

 

Por: VCForever

 

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