Está roto por dentro, Bagnaia y el inesperado bajón que alarma a Ducati

El campeón atraviesa uno de los momentos más delicados de la temporada y desde Ducati no ocultan su preocupación

Pecco Bagnaia no está atravesando su mejor momento. Quien fuera el referente indiscutible de Ducati en temporadas anteriores ha vivido un inicio de año marcado por la frustración. En silencio, pero con el peso a cuestas. Así lo ha revelado Gigi Dall’Igna, el director general de la marca italiana, en su ya clásico análisis poscarrera, esta vez tras el Gran Premio de Aragón.

El sábado fue un golpe duro, Pecco quedó duodécimo en la sprint, sin ritmo, sin chispa. “Desanimado y decepcionado”, reconoció Gigi. Palabras poco habituales en el entorno de un campeón, pero que retratan bien lo que está viviendo Bagnaia. Algo se rompió dentro. Y no es sólo una cuestión de cronómetro. Es emocional. Es personal.

El domingo, sin embargo, llegó un pequeño rayo de luz. Tercer puesto en carrera larga. Una sonrisa que no se veía desde hacía tiempo. “Luchó, se mantuvo firme y rozó el segundo lugar”, destacó Dall’Igna. Fue un podio que vale mucho más que una estadística. Fue un gesto de resistencia.

Un podio con sabor a esperanza

Lo que para otros sería un resultado discreto, para Bagnaia ha sido una bocanada de aire. “Recuperó la confianza en sí mismo y en la moto”, afirma Dall’Igna. No es poca cosa. Cuando un piloto pierde esa conexión, cada curva se convierte en una batalla interna.

Ducati lo sabe. Saben que necesitan a su número uno al cien por cien. No sólo físicamente, también mentalmente. El propio Gigi lo deja claro: “Ese tercer puesto representa mucho más desde el punto de vista técnico y mental. Es un paso que da ánimos a todo el equipo”.

El mensaje está lanzado. PeccoBagnaia ha estado tocado. Y aunque el podio en Aragón no borra las dudas, sí dibuja un camino. El más importante: el de la reconstrucción interior. Ducati lo celebra, pero también lo vigila. Porque si bien Pecco ha vuelto a sonreír, aún queda mucho por recuperar. A veces, los peores bajones no se ven en la tabla de tiempos, sino en la mirada del campeón.