El verano vuelve a repetirse en la Casa Real con la misma escena de la que ya fuimos testigos el año pasado: la reina Letizia marchándose de vacaciones sin la compañía de Felipe VI y con un gasto que, según desvela la periodista Pilar Eyre, supera el medio millón de euros. Lo que parecía un episodio aislado se ha convertido en costumbre. El matrimonio ha vuelto a hacer vidas separadas durante los meses estivales, alimentando así los rumores sobre una relación cada vez más deteriorada.
La realidad es que la reina disfrutó de su descanso en un lujoso barco alquilado, lejos de Palma de Mallorca, acompañada en algún momento por la infanta Sofía y un reducido círculo de amigas. Mientras tanto, Leonor viajaba con amigos a Málaga antes de retomar su formación militar y el rey cumplía con su agenda oficial en República Dominicana. Todo en paralelo, todo a distancia, como si las vacaciones fuesen una excusa perfecta para evitar coincidir.
Letizia: paradero desconocido
Y es que, como cada verano, el gran secreto está en el destino elegido. Nadie lo conoce, salvo el presidente del Gobierno y los equipos de seguridad de Zarzuela, que tienen terminantemente prohibido revelar nada, ni siquiera a sus familiares más cercanos. Esta opacidad vuelve a indignar a los ciudadanos, que no saben dónde se encuentra la reina ni qué se esconde detrás de ese gasto desorbitado que, en definitiva, pagan todos los españoles.
Según Pilar Eyre, las vacaciones privadas de la reina superan los 500.000 euros, cifra que escandaliza por la falta de austeridad en plena crisis social y económica. No se trata solo de billetes de avión y hoteles de lujo, sino también del enorme despliegue de seguridad, del personal de servicio que acompaña a la reina y de todos los lujos que rodean estos viajes secretos. Y este año, al no estar ni Felipe ni Leonor, el coste se ha “aligerado” ligeramente, pues de lo contrario la factura habría sido todavía más elevada.
Así pues, las imágenes hablan por sí solas: ella regresa bronceada y luminosa, mientras él aparece con la piel pálida tras un verano que no compartieron. Dos mundos cada vez más distantes, dos vidas paralelas que solo confirman lo que ya se intuía el pasado verano: la unión entre el rey y la reina se mantiene más en la fachada institucional que en la intimidad.