En Montecito ya no queda rastro de armonía. La partida repentina de Doria Ragland, madre de Meghan Markle, ha destapado un conflicto que la familia Sussex no puede seguir escondiendo. Lo que parecía una convivencia estable se ha roto de forma abrupta: Doria ha hecho las maletas y se ha marchado, dejando atrás una casa cargada de tensión, gritos y silencios incómodos. No ha habido comunicado, pero sí lágrimas. Y según fuentes cercanas, las de Meghan no eran de despedida… sino de desesperación.
Y es que Doria, quien durante año y medio vivió con los Sussex bajo el mismo techo, no se va por nostalgia ni por deseo de independencia. Se va porque ya no aguanta. En su entorno aseguran que está cansada de ser “niñera por obligación”, de asumir rutinas extenuantes con Archie y Lilibet mientras Meghan y Harry intentan recomponer sus carreras. Aquella madre zen que llegó con intención de sanar, se ha ido sintiéndose usada, absorbida por el caos doméstico y emocional de su hija.
La madre de Meghan ya no aguanta más
Lo más duro, explican, ha sido la dinámica entre madre e hija. Meghan, aún afectada por su batalla constante con la prensa y la distancia con la familia real británica, ha volcado en Doria toda su ansiedad. Los reproches eran diarios, el control absoluto. Y cuando Doria dijo basta, Meghan estalló. “Por favor, no te vayas”, le suplicó, pero ya era tarde. En la puerta solo quedó el eco de una ruptura emocional que nadie en Montecito se atrevía a predecir.
Harry, por su parte, ha recibido el golpe como si perdiera a su segunda madre. La conexión entre él y Doria era profunda, casi un refugio emocional. Pero ni siquiera eso ha bastado para retenerla. Y ahora, con la matriarca lejos, la pareja queda sola frente a sus grietas: contratos cancelados, proyectos frustrados y una intimidad completamente deshilachada. La realidad es que la figura de Doria, lejos de unir, ha terminado por evidenciar la fragilidad de todo lo que intentaban sostener. Su partida no es solo física: es simbólica, marca un antes y un después en la historia de Montecito.
Así pues, cuando hasta una madre amorosa se marcha sin mirar atrás, es que el castillo de cristal ya empieza a resquebrajarse.