Los médicos de Buckingham temen por la vida de Camilla Parker Bowles, pero ella no deja de beber y fumar

Camilla Parker Bowles se esconde para mantener sus vicios

Hace tiempo que en Buckingham saltaron todas las alarmas por el estado de salud de Camilla Parker Bowles. La reina consorte lleva más de medio siglo con el tabaco en una mano y el alcohol en la otra, como si fueran costumbres inofensivas que no pasan factura. Pero la realidad es que esos hábitos están deteriorando la salud de Camilla, quien ha decidido que no piensa renunciar a sus vicios ni aunque su vida esté en juego.

Según cuentan fuentes cercanas a Buckingham, no son pocas las ocasiones en las que Camilla ha sido cazada con un cigarrillo o una copa en la mano, a escondidas de todos. Son, sobre todo, los empleados de palacio quienes la han pillado en más de una ocasión saltándose las recomendaciones de los médicos y las súplicas de su familia, especialmente de Carlos III, que lleva años rogándole que se cuide.

El problema es que, con estos hábitos, los médicos advierten que Camilla se enfrenta a un riesgo serio. Ya lo demostró la grave infección de pecho que sufrió hace un tiempo, de la que tardó meses en recuperarse completamente debido a que sus pulmones están resentidos por el tabaco.

Carlos III suplica a Camilla que lo deje, pero ella se esconde para seguir

Hace años que Carlos III le pidió a la reina consorte que dejara de fumar y de beber con tanta frecuencia, preocupado por el impacto en su salud y en la imagen de la corona. Sin embargo, aunque Camilla fingió durante un tiempo que estaba cambiando de hábitos, la realidad es que nunca dejó sus vicios. En lugar de abandonar el tabaco o el alcohol, Camilla optó por mantenerlos en secreto, engañando tanto a su marido como al resto de la familia real y manteniendo vivos sus pésimos hábitos en su habitación en momentos en los que nadie la puede ver mientras fuma y bebe a escondidas.

Así pues, Camilla Parker Bowles ha decidido que, aunque todos en Buckingham estén en vilo por su salud, seguirá aferrada a esos pequeños placeres que considera imprescindibles en su día a día, aunque eso implique vivir en un riesgo constante.