Los hijos de Charlene de Mónaco y Alberto II, Jacques y Gabriella casi no conocen a su padre

Alberto de Mónaco siempre ha sido un padre ausente con sus hijos legítimos

La relación entre Charlene de Mónaco y Alberto II está lejos de ser la ideal para cualquier matrimonio. Y es que, desde el primer momento, este matrimonio estaba llamado a fracasar y a ser una fuente de dolores de cabeza para una Charlene que dio síntomas de ello con sus amargas lágrimas en el día de su boda, las cuales ya indicaban que algo no iba especialmente bien. Algo que con los años se ha acabado confirmando.

Tal ha sido el fracaso en la relación matrimonial entre Alberto y Charlene que su vida de pareja no ha ido mucho más allá de aparentar una normalidad que nadie se cree y de tener dos hijos para que sean herederos al trono. Unos hijos a los que Alberto de Mónaco no dedica nada de tiempo, pues se limita a mandar dinero para que lleven una vida lujosa y plena, pero, según han informado desde Mónaco, nunca se ha dedicado a formar parte de la vida de los pequeños Jacques y Gabriella.

Una vida completamente carente de padre

Si bien es cierto que en los primeros momentos de su vida, Alberto sí que llegó a estar mínimamente presente, la realidad es que los escándalos y una vida privada y profesional si descanso, acabaron provocando que apenas pasara tiempo con Jaques y Gabriella, los cuales, según hemos podido saber, apenas conocen a su padre Alberto de Mónaco, que encargó la tarea de cuidarlos a Charlene, que desde 2014 se ha dedicado en cuerpo y alma a dar la mejor vida posible a sus hijos.

Por otro lado, el hecho de que Alberto no comparta casa con Charlene desde hace varios años, ha complicado que pueda ver a sus hijos, los cuales viven con su madre y no parece que tengan gran interés en ver a un Alberto que fue incapaz de ser ni un buen marido ni un buen padre. Algo que siempre le reprochó Charlene.

La sucesión al trono, un tema complicado

A pesar de que Alberto tiene 66 años, sus adicciones y sobrepeso hacen que sea inevitable plantearse ya la sucesión al trono. Un paso que, dado el inexistente trato entre Alberto II y Jaques, hace que sea muy difícil, al menos ahora, de concebir. Pues, el heredero tiene apenas 10 años y, entre sus prioridades, no figura el hecho de convertirse en la máxima autoridad de Mónaco. Y todavía menos viendo el nefasto ejemplo que ha representado su padre, al que nunca ve ni verá como una referente a seguir.