Letizia saca los colores a Felipe VI por permitir el comportamiento bochornoso la madrugada del martes

Un gesto inesperado reaviva las tensiones en Zarzuela

La calma que parecía reinar en Zarzuela se rompió de manera abrupta la madrugada del martes. Según apuntan diversas fuentes, Juan Carlos I llamó a su hijo, Felipe VI, en un tono que mezclaba el vacile con la presión. El Emérito reclamaba cumplir sus propios caprichos: una casa en Sanxenxo, otra en Portugal, libertad total para entrar y salir de España cuando quisiera. Felipe, firme, se negó.

La situación generó un malestar notable. era solo el horario inoportuno, sino el mensaje de fondo: la sensación de que Juan Carlos actuaba sin medir las consecuencias. El comportamiento fue interpretado como una falta de respeto hacia la institución y, sobre todo, hacia la figura de Felipe VI. En los pasillos del Palacio se comenta que la reina Letizia mostró un visible descontento. La tensión entre padre e hijo se ha hecho ahora más evidente que nunca.

Según apunta esdiario, fuentes del entorno real señalan que, aunque Felipe mantiene la compostura en público, en privado está molesto. La estrategia de transparencia y ejemplaridad que ha guiado su reinado choca frontalmente con los gestos del Emérito. Letizia, según aseguran, no dudó en reprender al Rey por permitir la presión y el comportamiento bochornoso de su padre, dejando claro que la familia y la institución no pueden ser víctimas de caprichos personales.

Una ruptura emocional inevitable

El contexto no ayuda a suavizar el conflicto. La Casa Real se prepara para eventos importantes, como el 50º aniversario de la monarquía parlamentaria, y la presencia de Juan Carlos ha quedado descartada. Cada aparición o declaración del Emérito se percibe como una amenaza para la estabilidad que Felipe VI busca mantener.

La prioridad del Rey es clara: preservar la institución incluso a costa de relaciones personales. La tensión con su padre refleja un choque generacional y de prioridades: mientras Felipe apuesta por la modernización, la transparencia y la ejemplaridad, Juan Carlos sigue mostrando un estilo más libre y despreocupado de las normas que él mismo ayudó a consolidar.

En Zarzuela reconocen que la tregua familiar terminó hace tiempo. Los gestos de Juan Carlos retumban en los muros del Palacio como un aviso constante. Letizia, consciente del impacto, ha dejado claro que no hay espacio para indulgencias. La lección está servida: la continuidad de la monarquía y el respeto a sus normas están por encima de cualquier capricho personal.