Letizia abortó porque Felipe VI no era el padre
La relación entre Letizia y Jaime del Burgo pudo traer una hermana para Leonor y Sofía
La historia de amor entre Felipe VI y Letizia Ortiz siempre ha estado envuelta en una bruma de perfección oficial que cada vez se desmorona con más rapidez. Lo que en su día se presentó como un matrimonio ejemplar, destinado a modernizar la imagen de la Corona, parece haber sido, en realidad, un pacto estratégico, un acuerdo frío y calculado entre dos personas con intereses muy distintos. Él, heredero presionado por su familia y por los rumores que se multiplicaban. Ella, una periodista con ambición suficiente como para aceptar un trato que implicaba poder, maternidad real y libertad privada.
Y es que, según diversas fuentes cercanas al entorno del exabogado Jaime del Burgo, Felipe VI no solo conocía la relación paralela que mantenía Letizia, sino que la toleraba sin reparo. Lo único que pedía era que todo quedara en silencio, lejos del escrutinio público. Así, la supuesta "infidelidad" que muchos señalan hoy como escándalo no lo habría sido dentro de Zarzuela, donde las normas eran otras y la discreción lo era todo.
Una infidelidad que pudo ir muy lejos
De este modo, Letizia y Jaime del Burgo habrían retomado su vínculo en Estados Unidos, lejos de la mirada inquisitiva de los medios españoles. Primero en Nueva York, luego en Miami, donde incluso llegaron a plantearse formar una familia. El plan, según relatan algunos testigos, pasaba por recurrir a la gestación subrogada. Porque si Letizia volvía a quedarse embarazada, ese hijo tendría que ser, al menos en apariencia, del Rey. Y no lo era.
Y es que Letizia llegó a estar embarazada, afirman periodistas como Laura Rodríguez y Enrique de Diego. Se trataría de una tercera gestación, posterior al nacimiento de Leonor y Sofía, durante una etapa en la que Letizia y Jaime del Burgo se reencontraron sentimentalmente. En la fotografía que ella misma compartió luciendo un pañuelo que él le regaló, muchos señalan ya las pistas: el rostro operado, el brillo nostálgico, el contexto íntimo. Según esa versión, la Casa Real actuó con rapidez: aborto forzado, meses de ausencia pública y silencio absoluto.
Así pues, aquel embarazo nunca llegó a término. No por decisión de Letizia, sino por la presión de una institución que jamás hubiera permitido que saliera a la luz una verdad que amenaza los cimientos mismos de la monarquía. Porque el mayor escándalo no era la infidelidad, sino que el padre no era el Rey.