Leonor tiene tratos especiales y privilegios en San Javier

La estancia de Leonor en San Javier genera preguntas mientras avanza su formación militar

La princesa Leonor vive estos meses uno de los periodos más exigentes de su formación militar. Desde septiembre, está integrada en la Academia del Ejército del Aire y del Espacio de San Javier, donde cursa su tercer año como alférez de cuarto curso. Comparte rutina con setenta y cuatro compañeros y se prepara para convertirse en teniente en 2026. Su llegada a Murcia ha despertado una enorme expectación y, como suele ocurrir, también una mezcla de rumores, curiosidad y cierto debate público.

En este contexto, han surgido comentarios sobre supuestos tratos especiales y privilegios en su día a día dentro de la base. Sin embargo, la realidad que describen las fuentes cercanas a la Academia apunta a una situación bien distinta. Leonor ha dejado claro desde el primer momento que quiere ser considerada una más: evita situarse en primera fila en las aulas, rechaza que sus compañeros le cedan el turno en el comedor y pide expresamente que no la llamen “alteza”. Su deseo es integrarse y convivir con normalidad, incluso cuando la atención mediática se empeña en colocarlo todo bajo una lupa.

Su primer vuelo en un avión de combate, un Pilatus PC-21 sobre el Mar Menor, ha sido uno de los hitos recientes de su formación. Aunque le imponía respeto, completó las cincuenta horas de simulación antes de lo previsto y afrontó la experiencia con éxito. Ese avance no solo habla de su preparación, sino del nivel de exigencia de esta etapa, considerada la más dura de las tres academias militares por las que rotan los futuros oficiales.

Entre rumores y disciplina: una convivencia discreta y centrada en el estudio

A pesar de las voces que señalan presuntos privilegios, lo cierto es que el día a día de Leonor está marcado por la disciplina, la vida en pabellón compartido y el estudio constante. Sus compañeros destacan que es aplicada, que dedica horas a preparar cada materia y que se esfuerza por no marcar distancias. Tal vez por eso, y a diferencia de sus años en Zaragoza o Marín, en Murcia no se la ha visto todavía participando en planes de ocio fuera de la base. La intensidad del curso, popularmente conocido como “La Cueva”, deja poco margen para ello.

La joven heredera vive entre el deseo de pasar desapercibida y la inevitable atención que genera su figura. En San Javier, lejos de recibir privilegios, parece asumir una rutina tan exigente como la de cualquier otro cadete. Su reto no es solo académico o militar, sino también personal: demostrar que, pese a su título, está dispuesta a recorrer el mismo camino que sus compañeros. Y, si algo está claro tras este primer trimestre, es que trabaja día a día para lograrlo.