Leonor sale disfrazada por la noche para que no la reconozca nadie

Una noche especial en la que Leonor busca mezclarse entre la gente y disfrutar sin miradas sobre ella

Leonor ha vivido uno de los meses más determinantes de su vida pública. Octubre ha sido una auténtica montaña rusa, marcada por actos institucionales de enorme relevancia. Primero, el desfile del 12 de octubre, donde acompañó al rey Felipe VI y aprendió, paso a paso, lo que algún día será su responsabilidad directa. Después, sin apenas descanso y sin la posibilidad de preparar nada en casa por su exigente formación militar, viajó a Asturias para presidir los premios Princesa de Asturias. La intención inicial de Casa Real era que acudiera sola, pero finalmente decidieron que aún no era el momento: demasiado peso para afrontar sin un periodo de preparación más largo.

Tras los actos oficiales, la princesa regresó a la rutina en Murcia, pero con la vista puesta en Madrid. Este 31 de octubre cumplió 20 años y, aunque ya no habrá celebraciones multitudinarias como en su mayoría de edad, sí quiere compartir el día con sus padres, con su hermana Sofía, que también regresaría el fin de semana, y con sus amigos más cercanos. Como muchos jóvenes de su edad, Leonor tiene una tradición muy clara: unir su cumpleaños con la festividad de Halloween.

Pelucas, disfraces y noches de anonimato

Lejos del foco mediático y de los protocolos, la princesa busca vivir noches normales, o lo más normales posible. Para ello recurre a pequeños trucos: pelucas, gafas de sol en verano, gorras y maquillajes que cambian por completo su aspecto. Cuando sale por Madrid intenta moverse como cualquier chica de 20 años, entrando en garitos y discotecas con la esperanza de que nadie la reconozca. A veces lo consigue; otras, no tanto.

En Halloween, la tarea se vuelve más fácil. Cada año, Leonor aprovecha el ambiente festivo para mezclarse entre los jóvenes completamente disfrazada. En ocasiones ha reservado salas privadas en discotecas para celebrar su cumpleaños con un círculo reducido de amigos, mientras que los escoltas se mantienen discretos en el exterior. Aun así, su presencia nunca pasa del todo inadvertida: la seguridad adicional siempre levanta sospechas de que alguien importante se encuentra dentro.

Después de un mes tan intenso, Leonor solo busca desconectar, reír y sentirse libre por unas horas. Y si para eso hace falta una peluca, una máscara o un disfraz de personaje fantasmagórico, ella no duda en usarlo. Porque, al final, incluso una futura reina necesita momentos de anonimato.