Leonor habla con preocupante desprecio de su abuela, la reina Sofía
Una relación marcada por gestos públicos y silencios privados
En la familia real española, las apariencias muchas veces ocultan sentimientos más complejos. La relación entre la princesa Leonor y su abuela paterna, la reina Sofía, parece ser uno de esos casos. En público, Leonor mantiene gestos correctos, sonríe ante las cámaras y acompaña a Sofía en actos oficiales. Sin embargo, quienes conocen la dinámica familiar aseguran que esa cercanía es más un ejercicio de protocolo que un reflejo de afecto real.
Según se comenta en los círculos próximos a la familia, Leonor se siente mucho más cómoda con su abuela materna, Paloma Rocasolano, con quien mantiene un vínculo cercano y cotidiano. La diferencia entre ambas relaciones es evidente: mientras Paloma ocupa un lugar de confianza y afecto, Sofía representa un lazo más institucional y distante. Esta dicotomía entre cercanía real y formalismo público deja entrever que los gestos hacia la reina emérita son, en gran medida, “de cara a la galería”.
En ciertos episodios, esta distancia ha quedado patente incluso en gestos sutiles. Sonreír por obligación, apartar la mano ligeramente o mostrar incomodidad en un saludo prolongado son detalles que reflejan que, más allá del protocolo, la relación carece de la calidez que caracteriza a un vínculo afectivo genuino. Así, la princesa parece cumplir con su papel sin involucrar emocionalmente, manteniendo la compostura que exige su posición.
Entre la formalidad y el afecto auténtico
Esta situación refleja un fenómeno común en familias donde las responsabilidades institucionales pesan sobre los vínculos personales: la presencia física no garantiza cercanía emocional. La relación de Leonor con Sofía se ha construido sobre formalidades, gestos cuidadosamente ensayados y apariciones conjuntas en eventos, mientras que el afecto verdadero se reserva a espacios más íntimos con la familia materna.
Esa frialdad no necesariamente implica animosidad abierta, pero sí deja entrever un distanciamiento preocupante. La princesa cumple con su deber de acompañar y mostrar respeto hacia su abuela en público, pero en la intimidad, la relación es mínima. Este contraste entre lo que se ve y lo que se siente podría interpretarse como un reflejo de prioridades afectivas y personales: el afecto fluye donde hay cercanía diaria y confianza, mientras que la formalidad no reemplaza el calor emocional.