Leonor, avergonzada por el comportamiento de su abuelo
Un gesto de Juan Carlos I incomoda a Leonor
El reciente vídeo divulgado por Juan Carlos I ha encendido una polémica que ya recorre las redes con una mezcla de bochorno e indignación. En ese mensaje, el exmonarca intenta dar lecciones sobre la historia reciente de España y la denominada Transición, ignorando sus propios escándalos: desde acusaciones de fraude fiscal hasta una vida personal llena de luces y sombras.
Para Leonor de Borbón, heredera al trono y nieta del emérito, el impacto ha sido doble. No solo por lo que representa como figura pública, sino por la evidente incomodidad que provoca que su abuelo se erija como portavoz moral en un momento tan delicado. Aunque no han trascendido declaraciones suyas en público, es razonable imaginar que desde su entorno más cercano no ve con buenos ojos que se lance un discurso que parece ignorar el pasado real, sus contradicciones y el daño reputacional acumulado.
La reacción social ha sido rotunda: muchos ciudadanos se han sentido avergonzados, y las redes se han llenado de críticas. En un contexto en que la institución monárquica ya arrastra desgaste, este incidente reaviva heridas del pasado. Para Leonor, todo ello es una prueba más de que la Corona necesita más responsabilidad, y menos espectáculos mediáticos.
Una Corona cuestionada: entre memorias, salud y reputación
No es solo el vídeo lo que agita los ánimos. Varios informes recientes, entre ellos los citados en la biografía elaborada por José Antonio Zarzalejos, apuntan a que Juan Carlos habría comenzado a padecer un deterioro cognitivo: lapsus de memoria, confusión, una percepción de la realidad alterada… factores que, de confirmarse, explicarían por qué a veces actúa como si estuviera desconectado del contexto.
Para alguien como Leonor, cuyo papel es proyectar modernidad, continuidad y estabilidad, este escenario resulta francamente problemático. Que su abuelo, su vínculo familiar más directo con quienes forjaron la actual monarquía, aparezca públicamente dando lecciones, pone en riesgo no solo su imagen personal, sino la propia credibilidad institucional.
Por eso, aunque Leonor no hable en público, es probable que en privado lo que sienta sea una mezcla de tristeza y vergüenza. Tristeza por ver a un abuelo en dificultades, y vergüenza por el daño que su comportamiento pueda hacer a una Corona que ella representa. Hoy, la familia real parece más dividida que nunca entre el deseo de preservar su legado, el miedo al descrédito y la urgencia de adaptarse a los tiempos. Y en el centro de ese dilema está Leonor, heredera, rostro del cambio y, al mismo tiempo, quizás la más afectada por este torbellino.