La reina Sofía ha estado 40 años metiéndose en la cama en Zarzuela con la misma mujer

Irene de Grecia ha sido el gran apoyo de Sofía

La vida en Zarzuela no siempre ha sido un cuento de hadas para la Reina Sofía. Desde que se casó con Juan Carlos I, su día a día ha estado marcado por la decepción y el dolor. El que fuera rey nunca mostró un verdadero aprecio por su esposa, ni en lo personal ni en lo público. Muy al contrario, las constantes humillaciones y desprecios dejaron a Sofía profundamente herida. Sin embargo, siempre pudo contar con un refugio: su hermana Irene, su mayor cómplice, su verdadero sostén.

De este modo, Irene de Grecia se convirtió en su sombra y su fuerza. Allí donde iba una, iba la otra. Durante décadas compartieron no solo residencia, sino también vida emocional y apoyo mutuo. Dormían en estancias contiguas, pasaban juntas los días más duros y las celebraciones más íntimas. Un vínculo que no muchos pueden presumir de tener, y que se ha mantenido firme incluso cuando todo a su alrededor parecía desmoronarse.

El empeoramiento de la tía Pecu ha dejado devastada a Sofía

Sin embargo, todo ha cambiado en los últimos meses. Así pues, los médicos han sido contundentes: Irene necesita atención constante. El avance del Alzheimer ha trastocado por completo la convivencia entre las dos hermanas. Y es que los episodios de desorientación y pérdida de memoria han obligado a que Irene sea tratada bajo estrictos cuidados profesionales, rompiendo así una rutina de más de 40 años. Todo por culpa de una enfermedad que pasa factura a Irene y a Sofía.

La realidad es que este golpe ha sido especialmente duro para la Reina Sofía. Ver cómo su hermana empieza a no reconocerla, cómo se diluyen los recuerdos compartidos, ha sido una de las pruebas más amargas que ha tenido que afrontar. No se trata solo de la enfermedad, sino de la lenta despedida de su mejor amiga, de su confidente de toda la vida.

Así pues, en Zarzuela ya no resuena la complicidad de dos hermanas inseparables. La Reina Sofía asiste, impotente, al deterioro de Irene de Grecia, mientras asume que esa vida compartida durante décadas se va apagando en silencio, llevándose con ella una parte esencial de su propia historia.