La infanta Sofía no quiere saber nada de su abuelo

Unas memorias que reabren una historia familiar marcada por la distancia y el silencio

La publicación de Reconciliación, las memorias del rey emérito Juan Carlos I, ha vuelto a poner en el centro del debate la compleja relación entre el exmonarca y su familia directa. El libro, escrito por Laurence Debray y presentado en España este 3 de diciembre de 2025, va más allá de su legado institucional: muestra al Juan Carlos abuelo, marido y padre, y deja entrever una nostalgia profunda por una vida familiar que ya no existe.

Desde su marcha a Abu Dabi en 2020, el emérito confiesa echar de menos a sus hijos y, especialmente, a sus nietos. En sus páginas reconoce el dolor que le provoca no haber podido establecer un vínculo estrecho con la princesa Leonor y la infanta Sofía. Admite que, a diferencia del resto de sus nietos, que sí lo han visitado en Emiratos Árabes Unidos, nunca ha tenido ocasión de compartir momentos cotidianos con las dos hijas de los reyes.

Juan Carlos relata con tristeza que jamás ha podido pasear por Madrid con ellas, ni invitarlas a comer, ni compartir una tarde de historias y confidencias. Para él, esto representa una herida abierta, una ausencia que no ha sabido cómo suturar. Según sus palabras, no culpa a Felipe ni a Letizia, a quienes reconoce como padres dedicados, pero lamenta que las circunstancias hayan frenado cualquier relación personal con sus nietas.

Sofía, una distancia que parece definitiva

Si bien la princesa Leonor mantiene una actitud institucional más marcada por su papel como heredera, la infanta Sofía, ya con 19 años, parece haber establecido una distancia emocional todavía más evidente respecto a su abuelo. Según se desprende del relato del emérito, Sofía no muestra interés en retomar el contacto ni acercarse a su figura, marcada por polémicas, decisiones difíciles y una distancia geográfica que con el tiempo se volvió emocional.

La joven infanta ha crecido en un entorno muy diferente al que vivieron sus primos mayores. Su educación, más protegida y más estricta, ha estado fuertemente influenciada por la voluntad de sus padres de mantenerla alejada de situaciones incómodas y de un pasado familiar que todavía genera titulares. Sofía ha construido su identidad desde esa reserva: discreta, centrada en sus estudios y poco proclive a exponerse al ruido mediático.