La infanta Elena sufre una patología desde niña provocada por su madre

Un detalle poco conocido de su pasado explica muchas de las decisiones que ha tomado en su vida adulta

Durante años, la infanta Elena ha arrastrado una serie de complejos físicos que marcaron su adolescencia. No se trataba solo de la imagen, sino de cómo se sentía en ella. Según allegados, fue en esa etapa donde nació una inseguridad profunda que derivó incluso en tratamiento psicológico.

Todo comenzó bajo el techo del Palacio de la Zarzuela, cuando Laura Hurtado de Mendoza —secretaria de la reina Sofía y miembro del Opus Dei— era la encargada de vestirla. No era una cuestión de estilo, sino de control. La infanta Elena y su hermana Cristina no podían elegir su ropa. A diferencia de otras jóvenes de su edad, que exploraban la moda como un juego, ellas la vivieron como una carga.

Complejos desde la infancia

Esa rigidez tuvo consecuencias. Las elecciones conservadoras de Hurtado de Mendoza potenciaron los complejos físicos de la infanta Elena. Según fuentes cercanas, esas elecciones potenciaron una percepción negativa de su cuerpo, agravada por la falta de libertad para expresarse con su imagen. No es casualidad que, años más tarde, ya en plena madurez, Elena encontrara en Jaime de Marichalar un impulso para transformar su imagen.

Durante su matrimonio, la infanta vivió una etapa de reivindicación estética. De la mano de Marichalar y de la estilista Alicia Chapa, acudía a desfiles y exploraba un estilo más personal. Fue su momento de gloria en la moda. Looks con guiños a la tradición española, elegancia sin estridencias. Pero esa época terminó. Y con ella, el tímido florecimiento de su confianza en sí misma.

Una moda que nunca fue libre

Con el paso de los años, Elena ha vuelto a un estilo marcado por la discreción. No sigue tendencias, repite fórmulas clásicas. No es falta de gusto, es una declaración involuntaria: la moda nunca fue un espacio de libertad para ella. No por elección, sino por imposición.

La historia estética de la infanta Elena es también la historia de una herencia emocional. Una que empezó con una ropa impuesta y terminó dejando huella en su autoestima. Porque a veces, los trajes más pesados no se ven. Y los complejos más profundos no salen en las fotos.