La infanta Elena sufre oniomanía, un trastorno que fue detectado en la adolescencia y que necesita tratamiento
La infanta Elena no puede controlar sus impulsos
La infanta Elena ha pasado gran parte de su vida intentando tapar un vacío que la persigue desde niña. Un vacío que llenó, casi sin darse cuenta, con compras compulsivas que se convirtieron en una necesidad diaria, en un refugio silencioso que le permitía respirar en medio de las exigencias y la frialdad que rodeaban su vida.
Y es que, según fuentes cercanas a la Casa Real, doña Elena empezó a mostrar una relación complicada con el consumo desde muy joven. A escondidas, de noche, dedicaba horas a ver teletiendas y a comprar artículos que ni siquiera necesitaba, que terminaban olvidados en armarios y trasteros. Lo hacía en secreto, apoyada en personas de confianza que recogían los paquetes para evitar que sus padres se enteraran de aquel hábito que cada vez se hacía más intenso.
La infanta Elena nunca se pudo controlar
Así pues, la realidad de la infancia de la infanta Elena no fue precisamente la de una niña que pudiera permitirse errores. La presión académica la superaba, necesitaba profesores particulares para poder seguir el ritmo, especialmente en matemáticas, mientras vivía en un entorno familiar marcado por la distancia emocional de unos padres que se miraban con cordialidad, pero no con afecto. Fue en ese clima, frío y rígido, donde Elena comenzó a encontrar alivio en cada compra, aunque después llegara la culpa.
De este modo, las compras se convirtieron en un bálsamo rápido para calmar la ansiedad, en una forma de recuperar, aunque fuera por minutos, la sensación de control que tanto le faltaba. Una adicción que, con el paso de los años, ha seguido formando parte de su día a día. Porque aunque ha intentado gestionarla, la oniomanía no desaparece de la noche a la mañana. Sigue ahí, en cada carrito online, en cada pedido que llega a palacio, recordándole que por mucho que intente frenar, el impulso a veces la supera.
Ante esta situación, la infanta Elena ha aprendido a convivir con un trastorno que no entiende de títulos ni de privilegios. Un trastorno que provoca insomnio, ansiedad y una necesidad constante de llenar un vacío que no se colma con un cargo institucional. Porque detrás de la imagen de la hija de Juan Carlos I y Sofía se esconde una mujer que lleva años luchando, en silencio, contra una adicción que, aunque discreta, sigue condicionando su vida.