La infanta Elena solo se acercó una vez a Letizia en las tres horas que estuvieron juntas en El Pardo
Un almuerzo con gestos mínimos y muchas miradas que dice más de lo que muestra
Este sábado, el Palacio de El Pardo volvió a convertirse en punto de reunión de la familia real con motivo del almuerzo organizado por el 50.º aniversario de la restauración de la monarquía. Una cita privada, muy simbólica, a la que asistieron alrededor de sesenta invitados y que, inevitablemente, acaparó la atención por un reencuentro tan esperado como incómodo: el del rey emérito Juan Carlos con la reina Letizia.
El emérito llegó a Madrid solo para la ocasión, en un viaje exprés, y su presencia generó todo tipo de expectativas. Sin embargo, quienes esperaban gestos de cercanía o algún tipo de reunión significativa entre él y Letizia quedaron defraudados. El saludo entre ambos, según testigos y lo poco que ha trascendido, fue frío, casi protocolario. Intercambiaron apenas unas palabras y, a partir de ahí, cada uno se mantuvo en su espacio, conversando con otros familiares y evitando cualquier imagen que pudiera interpretarse como una reconciliación o un acercamiento real.
La reina Letizia, además, abandonó el almuerzo antes de que concluyera y sin despedirse del emérito, algo que reforzó la percepción de distancia. Su salida discreta, acompañada por las infantas Leonor y Sofía, dio la sensación de que la reunión no tenía mucho más que ofrecerle y que prefería retirarse sin prolongar un momento que, para muchos, ya había sido más que suficiente.
Distancias internas: Elena y Letizia, juntas pero solo una vez
Si el reencuentro entre Letizia y Juan Carlos fue frío, la interacción entre la reina y la infanta Elena tampoco pasó inadvertida. A pesar de compartir el mismo espacio durante más de tres horas, ambas apenas tuvieron contacto. De hecho, Elena solo se acercó una única vez a Letizia a lo largo de toda la comida, y fue para un intercambio breve, casi de compromiso.
Nada nuevo para quienes conocen las tensiones familiares que arrastran desde hace años. La relación entre ambas nunca ha sido fluida y, en un evento tan cargado de simbolismo, la falta de cercanía resultó aún más evidente. Mientras Elena se movía con naturalidad entre sus sobrinos, primos y hermanos, Letizia se mantuvo más reservada, centrada en sus hijas y en los compromisos estrictamente institucionales.
El almuerzo que debía celebrar cinco décadas de monarquía terminó así exhibiendo, una vez más, las fracturas internas que la Casa Real intenta mantener puertas adentro. Y, aunque el evento logró reunir a todos, las distancias, tanto físicas como emocionales, fueron imposibles de ocultar.