La infanta Cristina, víctima de un problema de alcoholismo tratado con total sigilo en Madrid y Ginebra

Los problemas de Juan Carlos I con la bebida dejaron muy tocada a Cristina

A lo largo de su vida, no han sido pocos los malos vicios que ha ido arrastrando Juan Carlos I. Más allá del ya más que conocido gusto del emérito por las mujeres, a las que pagó auténticas millonadas para poder acostarse con ellas, la realidad es que el emérito también llegó a tener serios problemas relacionados con el consumo de bebidas alcohólicas. Un vicio que le acabó trayendo muchos más riesgos y problemas que ese gusto por las mujeres que, al menos, no era nocivo para su salud, como sí que lo fue el alcoholismo.

En este sentido, fue la infanta Cristina la que se encargó, durante más tiempo, del cuidado de su padre y de su desintoxicación. Y es que no fue hasta hace pocos años que Don Juan Carlos entendió que no podía seguir con ese ritmo de vida y acabó dejando de forma definitiva el consumo de alcohol, el cual ya no consume en la actualidad.

Cristina llevó a su padre con los mejores especialistas

De hecho, según se han encargado de revelar fuentes cercanas a Casa Real, la infanta Cristina fue la que se encargó de llevar a su padre a las mejores clínicas de desintoxicación de Madrid y de Ginebra. Lugar en el que trataron de ayudar al emérito, que llegó a tener un problema muy serio con el alcohol. Pues, parecía que no podía estar una semana sin pasar una noche completamente ebrio. Algo que hizo pasar una muy mala época a la infanta Cristina, que sabía que eso acabaría muy mal para su padre.

La reina Sofía tuvo que prohibir el alcohol en Zarzuela

Por otro lado, más allá de los tratamientos médicos, se probaron infinidad de métodos para alejar a Juan Carlos I del alcohol. De hecho, la reina Sofía probó con una especie de ley seca en Zarzuela, donde prohibió el ingreso de cualquier bebida alcohólica. Sin embargo, el emérito siempre se las arreglaba para encontrar un espacio discreto en el que ponerse a beber a solas.

Así pues, fue el gusto excesivo de Juan Carlos I por el alcohol, lo que más ha hecho sufrir a la infanta Cristina, a la que le daba auténtico pavor el hecho de ver como su padre estaba bajo los graves efectos del alcohol de forma casi diaria.