La infanta Cristina sufre graves secuelas de infancia por el comportamiento de su madre, la reina Sofía
Sofía nunca puso atención en el cuidado de Cristina
La vida de la infanta Cristina ha estado siempre envuelta en privilegios y boato, pero detrás de esa fachada dorada se esconde una verdad mucho más amarga. Hoy, a sus 60 años, la hermana de Felipe VI sigue arrastrando graves secuelas emocionales que se remontan a su infancia. Y en el centro de ese dolor, según cuentan fuentes cercanas a su entorno, aparece una figura clave: la reina Sofía, su propia madre, incapaz de brindarle el afecto que tanto necesitaba.
Y es que, mientras Cristina y Elena crecían en la sombra, toda la atención de Sofía se centraba en su hijo varón. El entonces príncipe Felipe era el orgullo de la familia, el heredero al trono, el niño que recibía cada gesto de ternura y cada palabra de aliento. Para Cristina, ser testigo de ese favoritismo fue devastador. Siendo la más pequeña, no entendía por qué su madre la miraba con distancia, mientras desbordaba cariño hacia su hermano.
Cristina convive con el miedo al abandono
Con el tiempo, esa ausencia de afecto se convirtió en un vacío que marcó su personalidad. Personas próximas a la infanta aseguran que creció con una sensación constante de abandono, como si fuera invisible dentro de su propia casa. La falta de atención maternal se tradujo en inseguridades profundas, en una autoestima quebrada y en un resentimiento silencioso hacia Sofía que, lejos de apagarse, se mantuvo vivo durante décadas.
La realidad es que ni el paso de los años ni las responsabilidades de la edad adulta lograron cerrar aquella herida. Al contrario, la soledad emocional que vivió en Zarzuela se proyectó en sus relaciones personales, llevándola a necesitar ayuda psicológica y apoyo constante para lidiar con los fantasmas del pasado. Cristina, pese a mantener en público la compostura que exige su rango, en privado lidia con las consecuencias de una infancia donde nunca se sintió prioridad.
Así pues, mientras su madre sigue siendo venerada por la imagen de reina intachable, Cristina carga con el peso de una niñez que la marcó para siempre. Una herida invisible que hoy sigue condicionando su manera de relacionarse con los demás, recordándole que, aunque su vida estuvo rodeada de lujos, el cariño de una madre fue lo único que nunca tuvo.