Kate Middleton obliga a Guillermo de Gales a seguir su plan educativo
Kate Middleton ha impuesto su forma de educar a sus hijos
En el corazón del hogar de los príncipes de Gales no hay gritos, ni castigos severos, ni amenazas. Lo que sí hay es escucha, respeto mutuo y un compromiso inquebrantable por criar a sus tres hijos —George, Charlotte y Louis— desde el afecto y la comprensión. Y es que Kate Middleton y el príncipe Guillermo han decidido romper con el modelo tradicional de disciplina de la realeza británica, apostando por un enfoque moderno donde las emociones no se reprimen, sino que se entienden.
Uno de los pilares de esta crianza consciente es el ya famoso “sofá de las charlas”. Allí, cuando alguno de los niños pierde el control o se comporta de forma inapropiada, no se le reprende con gritos. Se le aparta del conflicto y se le invita a sentarse para hablar. Ni castigos, ni sermones. Solo un padre o una madre que se toma el tiempo de explicar, con paciencia, por qué lo que ha pasado no estuvo bien y qué pueden hacer mejor la próxima vez.
La regla es clara: nadie grita en casa. Ni los adultos a los niños, ni los niños entre ellos. La calma es norma. Si alguien levanta la voz, se interviene con firmeza pero con dulzura. Kate, en particular, es implacable con este límite. Cree, y lo ha dicho en más de una ocasión, que el ejemplo es el mejor maestro. Y en eso, ella y Guillermo se muestran siempre unidos, sin fisuras. Si uno corrige, el otro respalda. Sin contradicciones.
Y es que detrás de esta filosofía también está la mano discreta pero fundamental de María Teresa Turrion Borrallo, la niñera de los tres niños. Formada en el exclusivo Norland College, María sigue métodos pedagógicos estrictos pero respetuosos. Entre sus normas está no referirse a los pequeños como “niños”, sino por sus nombres. Porque en esa casa, hasta el lenguaje refleja respeto.
Durante los actos oficiales, los códigos cambian, pero el fondo es el mismo. Kate y Guillermo se comunican con señales: una mirada, un gesto de mano, un toque en el brazo. Nada se improvisa. Todo se entrena, incluso la discreción. Y no se permite que los niños se sienten con adultos en la mesa si no dominan los modales. No es castigo, es aprendizaje.
Así pues, la familia que algún día reinará en el Reino Unido se forja hoy con herramientas nuevas, pero con valores de siempre: respeto, empatía y mucha, muchísima paciencia