Juan Carlos I está siendo tratado por una enfermedad que únicamente conocen sus hijos y la reina Sofía
La preocupación crece en el entorno del rey emérito mientras su situación personal obliga a tomar decisiones importantes
Juan Carlos I no atraviesa su mejor momento. Su salud se ha debilitado notablemente en los últimos meses, y eso ha encendido las alarmas en el entorno más íntimo de la familia real. Hace tan solo unas semanas, sus tres hijos —Felipe, Elena y Cristina— se reunieron de forma urgente en el Palacio de la Zarzuela. El motivo no era político ni institucional: querían hablar sobre el estado físico y emocional de su padre.
El rey emérito ha recibido un diagnóstico médico que solo conocen sus hijos y la reina Sofía. El impacto fue inmediato. Según fuentes cercanas, Juan Carlos quedó profundamente afectado. Los médicos le comunicaron que deberá usar una silla de ruedas de forma permanente. La noticia ha sido devastadora para él. Lucha cada día por mantener una imagen de fortaleza, pero el paso del tiempo es implacable. Las terapias con células madre y medicina regenerativa que probó en los últimos años ya no dan resultado. Su deterioro es evidente.
Soledad, distancia y un posible regreso a España
A esta situación médica se suma la distancia. Desde 2020, Juan Carlos I vive exiliado en Abu Dabi, lejos de España y del calor familiar. Aunque los viajes a su país son ahora más frecuentes y sus estancias más largas, sigue siendo un hombre solo. Su deseo de no ser visto como un rey derrotado lo lleva a encerrarse, incluso a apartarse de Marta Gayà, su compañera sentimental. No quiere que nadie lo vea así.
Sus hijos ya barajan la posibilidad de que regrese a vivir más cerca. No volvería a la Zarzuela, pero sí a una residencia privada en España o en un país más próximo como Portugal o Suiza. No se trata solo de cuidar su salud, sino de preservar la imagen de la Corona. Morir fuera del país, como señalan expertos como Jaime Peñafiel, sería una humillación difícil de encajar para la institución.
Juan Carlos I vive sus días entre el recuerdo del poder perdido y el peso del cuerpo que ya no responde. La enfermedad avanza en silencio, conocida solo por los suyos. El rey que un día lo tuvo todo ahora se enfrenta, con resignación y rabia, a una vejez que no eligió.