Jaime de Marichalar no pide dinero a la familia real, como Iñaki Urdangarin, pero sí fin de la mano negra
Felipe VI les ha estado haciendo pasar de todo a Froilán y Victoria Federica
Nunca escribió un libro. Nunca dio una entrevista. Nunca vendió ni una sola anécdota a ningún medio. Cuando en 2009 firmó el divorcio con la infanta Elena, Jaime de Marichalar lo hizo sin armar ruido, sin buscar revancha y sin intentar rascar beneficios. Se fue con la cabeza alta y con un compromiso tácito: proteger a sus hijos y guardar silencio sobre todo lo que había visto y oído en Zarzuela. Un pacto de caballero que ha mantenido durante más de una década.
Y es que, a diferencia de Iñaki Urdangarin, que negoció su entrada en prisión a cambio de una vida solucionada, Marichalar no pidió nada. Ni pensión, ni favores, ni blindajes. Aceptó quedar fuera del foco mediático, renunció a cualquier papel institucional y se centró en cuidar de Froilán y Victoria Federica. Nadie podría haberle exigido más.
Marichalar se ha cansado de Felipe VI
Sin embargo, el tiempo ha pasado, los niños han crecido, y el exyerno de Juan Carlos I se ha hartado de ver cómo una sombra invisible sabotea los pasos de sus hijos. Según personas muy cercanas a su entorno, Jaime de Marichalar ha levantado el teléfono y ha lanzado un mensaje directo a Felipe VI: basta de poner obstáculos en el camino profesional de Froilán y Victoria.
La gota que ha colmado el vaso han sido las presiones —elegantes, pero firmes— que habrían recibido varias empresas españolas para no contratar a ninguno de los dos. Una especie de “veto silencioso” que ha frustrado varios proyectos laborales y que viene directamente, según Jaime de Marichalar, desde quienes aún manejan resortes en la Casa del Rey. Lo consideran un intento de borrarles del mapa, una forma de castigo encubierto por el comportamiento de ambos.Marichalar, que ha tragado mucho durante años, ha decidido que no va a permitir ni un movimiento más en esa dirección. Exige que Zarzuela les deje en paz y que se les permita tener la oportunidad de labrarse un futuro sin amenazas ni represalias.
Así pues, quien fue uno de los rostros más discretos del entorno real ha dicho basta. No quiere ni una moneda, ni un privilegio, solo una cosa: que sus hijos no sean víctimas de una Casa Real que actúa a escondidas, pero hiere a plena luz.