Jaime de Marichalar avergonzaba a la infanta Elena por su falta de educación

Desde que sufrió el ictus, Jaime de Marichalar cambió sus maneras

Cuando la infanta Elena y Jaime de Marichalar se casaron, todo el mundo de Zarzuela consideró que la hija de Juan Carlos I había dado en el clavo a la hora de elegir un marido a la altura de lo que es la familia de los Borbón. Y es que, a diferencia de Felipe VI y Cristina, la infanta Elena sí que acabó eligiendo a un hombre que formaba parte de la alta sociedad. Sin embargo, esa elección pintaba mucho mejor de lo que realmente acabó siendo. Pues, la pareja no funcionó nada bien y acabaron divorciados por culpa de las discusiones constantes.

En este sentido, uno de los grandes focos de conflicto fueron las formas de Jaime de Marichalar. El que fuera Duque de Lugo comenzó siendo un hombre muy refinado y con un marcado gusto por la moda, a ser una persona absolutamente prepotente y desagradable. Un cambio que se produjo cuando Jaime de Marichalar sufrió un ictus mientras pedaleaba en una bicicleta estática.

Ese grave percance de salud acabó provocando que Jaime de Marichalar dejara de ser ese hombre de gustos y carácter refinado, para ser una persona a la que no le importaba lo más mínimo lo que piensen o sientan los demás. Y es que desde ese ictus, comenzó a decir lo que pensaba sin filtro alguno. Llegando incluso a insultar a personas en su cara porque no le gustaba su forma de vestir. Lo que llegó a hacer pasar mucha vergüenza a la infanta Elena.

Jaime de Marichalar y Elena no paraban de discutir

Fue tan grande el cambio de Jaime de Marichalar que los que lo conocen también quedaron muy sorprendidos por su nueva forma de ser. Un cambio que hizo que las discusiones internas en el matrimonio de los Duques de Lugo fueran al siguiente nivel. Siendo todavía más y más grandes. Lo que acabó haciendo que el divorcio llegara todavía antes de lo esperado.

Así pues, por culpa del agrio carácter que se le formó a Jaime de Marichalar a raíz de su ictus, la infanta Elena pasó citaciones de gran vergüenza por culpa de la incapacidad de su marido para callarse y evitar soltar auténticas barbaridades delante de cualquier persona.