Irene Urdangarin es quien acusa Ainhoa Armentia de vivir de su padre
La hija menor de Iñaki empieza a cuestionar la nueva vida de su padre.
Irene Urdangarin no es una joven que hable mucho en público, pero entre su círculo cercano, su opinión sobre Ainhoa Armentia es tajante. Cree que la pareja de su padre está jugando bien sus cartas y que, poco a poco, ha ido ganando influencia en su vida. Para Irene, Ainhoa no solo está enamorada de Iñaki, sino también del nivel de vida que le rodea.
A su juicio, no es casual que el exduque de Palma haya empezado a pedir más dinero a la infanta Cristina justo cuando ha formalizado su convivencia con Armentia. Pide más del doble de lo que ya percibe: 50.000 euros al mes. Irene cree que detrás de esa exigencia hay una motivación clara. Que Ainhoa quiere más, y lo quiere ya.
Desde su separación de Cristina, Iñaki ha dado pasos lentos pero seguros con su nueva pareja. Tres años de relación, un piso compartido en una zona de alto nivel, y una vida tranquila entre semanas con Ainhoa y quincenas con su madre. Pero en todo este proceso, la joven Irene observa cómo su padre ha cambiado sus prioridades.
La sospecha del interés económico
Irene no acusa sin más. Según su entorno, ha visto cómo Ainhoa ha ido tomando decisiones en la sombra. Desde el tipo de piso que han alquilado, en una de las zonas más caras de Vitoria, hasta la presión para consolidar la vida en común.
Además, le resulta llamativo que Ainhoa no haya querido convivir antes, pero ahora que el divorcio es oficial, no haya puesto reparos. Por si fuera poco, la situación económica empieza a tensarse. Iñaki asegura no llegar a fin de mes con los 25.000 euros mensuales que recibe, y amenaza con contar secretos si no doblan esa cantidad.
Detrás de este movimiento, según Irene, estaría Armentia. La joven, que ya tiene edad para entender cómo funciona el mundo, ve con preocupación cómo su padre se aleja cada vez más del equilibrio familiar. Y está convencida: Ainhoa no solo comparte su vida con Iñaki, también le marca el camino. Para Irene, su padre ya no toma decisiones solo; las toma con Ainhoa... o peor aún, las toma por ella.