Felipe VI fue quien pidió a Letizia que se mudara porque no la quería bajo el mismo techo
Al final fue Felipe VI el que se tuvo que mudar
Cuando Felipe VI llegó al trono en 2014, muchos quisieron ver en su matrimonio con Letizia la imagen de una modernidad que salvaba a la monarquía española tras los escándalos de Juan Carlos I. Se hablaba de un rey responsable y de una periodista asturiana que, con carácter y determinación, había conquistado a la Corona. Era el guion perfecto para un cuento de hadas real. Pero, con los años, ese relato se ha desmoronado pieza a pieza.
Y es que lo que en su día se presentó como una unión sólida pronto comenzó a mostrar grietas. La distancia emocional entre ambos se hizo tan evidente que las especulaciones sobre crisis y tensiones conyugales nunca han dejado de sonar. Más aún, el nombre de Jaime del Burgo, expareja de Telma Ortiz, se convirtió en el epicentro de un supuesto pasado sentimental de Letizia que habría herido profundamente al entonces príncipe y, después, al rey.
Felipe VI se acabó mudando a Zarzuela
Los rumores alcanzaron tal magnitud que, según se cuenta en círculos cercanos, Felipe VI habría decidido mudarse. En lugar de exponer a su esposa y pedirle que dejara la residencia conyugal, fue él quien abandonó el Pabellón del Príncipe. Eligió trasladarse al edificio principal de la Zarzuela, donde vive su madre, la reina Sofía. Una decisión simbólica y reveladora: el rey distanciándose de la madre de sus hijas, dejando claro que la convivencia había terminado.
Fue en ese contexto cuando, según Pilar Eyre, la palabra divorcio llegó a ponerse sobre la mesa. Pero no se consumó. La periodista asegura que lo que se produjo fue un pacto: un acuerdo silencioso, disfrazado de estabilidad, para evitar un daño irreparable a la Corona. “Es un pacto como todos los matrimonios. Una entente por el bien de la institución”, apunta Eyre, subrayando que una ruptura pública sería un golpe imposible de asumir para la monarquía y para el futuro de Leonor como heredera.
La idea, sin embargo, es demoledora: no ha habido matrimonio real desde el principio, sino un acuerdo. Como ya relató Jaime del Burgo, todo ha sido un montaje a cambio de poder, dinero y supervivencia institucional. Felipe VI y Letizia mantienen la fachada, posan juntos en los actos oficiales y sonríen ante las cámaras, pero en los pasillos de Zarzuela las puertas hablan solas.
Así pues, la familia real española vive una ficción cuidadosamente orquestada: un pacto de conveniencia donde el amor se quebró hace tiempo, pero el poder sigue intacto.