Felipe VI era el hazmerreír en TVE porque todos sabían que Letizia le era infiel

El amor real convertido en comidilla y el silencio incómodo de Felipe VI frente a la traición de Letizia

Cuando Felipe VI empezó su relación con Letizia Ortiz, muchos creyeron estar viendo una historia romántica perfecta. El príncipe y la periodista. Él, heredero de la Corona. Ella, una profesional carismática y admirada. Sin embargo, detrás de las cámaras, la historia era muy distinta.

En TVE, donde Letizia trabajaba, los rumores volaban. No era un simple chisme. Los compañeros de redacción hablaban abiertamente de las otras relaciones que ella mantenía mientras ya salía con el entonces príncipe. David Tejera, Jaime del Burgo... nombres que se repetían en los pasillos. Las bromas eran constantes, y muchos veían a Felipe como un ingenuo. Según periodistas veteranos como Jaime Peñafiel, Letizia nunca fue completamente honesta con Felipe al inicio. La redacción lo sabía. Y se reían de él.

El apodo de "calzonazos" empezó a escucharse. No con odio, sino con burla. Se convirtió en el blanco de las conversaciones de café. Un príncipe que todos veían enamorado... y engañado.

Una imagen pública en jaque

La situación era compleja. Felipe VI intentaba mostrarse como un hombre firme, responsable y digno de la corona. Pero la realidad dentro de su propia casa era otra. En TVE, no solo se sabía, se comentaba y se mofaban de ello. Los medios, aunque en público mantenían cierto respeto, en privado eran despiadados. Felipe VI, según varios testimonios, eligió mirar hacia otro lado. Quería proteger a Letizia. O quizás, más aún, proteger a la institución. No quería un escándalo. No quería exponer sus emociones. Pero ese silencio también lo convirtió en motivo de burla.

La presión mediática fue creciendo. Lo que era un secreto interno comenzó a filtrarse. Y aunque nunca se confirmó oficialmente, la percepción pública cambió. La pareja ya no parecía de cuento. Parecía un pacto. Un compromiso frío. Y Felipe, el hombre que todo lo aguantaba, quedó retratado como alguien que prefería soportar la humillación antes que romper con la futura reina.

En ese contexto, el romance dejó de ser inspirador. Se volvió incómodo. Y el rey, sin quererlo, pasó de ser admirado a convertirse en el hazmerreír de quienes sabían la verdad desde el principio.