El Príncipe Harry ha exigido a su padre, que se disculpen con Meghan Markle
La Duquesa de Sussex se siente maltratada por Buckingham
El príncipe Harry ha vuelto a poner sobre la mesa una condición ineludible para lograr una verdadera reconciliación con su padre, el rey Carlos III: que pida perdón públicamente a Meghan Markle. El duque de Sussex insiste en que su esposa ha sufrido un daño profundo provocado por los desplantes, los comentarios y las tensiones surgidas en el seno de Buckingham Palace, y asegura que no está dispuesto a permitir que todo quede en el olvido sin una disculpa sincera. Para él, ese gesto no solo sería un acto de justicia hacia Meghan, sino también el único camino posible para empezar de nuevo.
La realidad es que, dentro de la casa real británica, esta exigencia se percibe como un atrevimiento inaceptable. El entorno de Carlos III cree que, lejos de pedir perdón, debería ser la propia Meghan quien diera el primer paso y reconociera el dolor causado por su distanciamiento y por las declaraciones que tanto han sacudido a la monarquía. Nadie en Londres concibe que un rey deba disculparse ante quien consideran la culpable de gran parte de las fracturas familiares.
Nadie se disculpará con Meghan
Y es que no solo el soberano rechaza la idea de una disculpa. Ni Camilla Parker Bowles, ni Kate Middleton, ni el príncipe Guillermo están dispuestos a dar un paso atrás. Todos ellos mantienen la misma posición: la de culpar a Meghan por haber tensado hasta el extremo los lazos familiares y por haber expuesto públicamente los secretos de palacio. En ese ambiente de rigidez y orgullo, la palabra "perdón" parece tener más el peso de una derrota que el valor de una reconciliación.
De este modo, Harry se encuentra atrapado entre dos mundos: por un lado, la lealtad y el amor hacia su esposa, a quien quiere proteger de cualquier nuevo agravio; y por otro, el vínculo con una familia que se muestra inflexible y hermética, incapaz de dar un gesto de humanidad que suavice las heridas del pasado. La tensión es máxima y cada silencio, cada gesto esquivo, solo alimenta un muro cada vez más alto entre Sussex y el resto de la realeza.
Así pues, todo queda en manos del propio Harry. Él sabe que Meghan no cederá en su exigencia, porque siente que su dignidad está en juego. Y también sabe que su familia jamás aceptará arrodillarse en forma de disculpa. El dilema se abre en dos caminos: mantenerse firme junto a su esposa o renunciar a esa exigencia para volver a entrar en el redil real. Una decisión que marcará no solo su relación con Buckingham, sino también su lugar en la historia de una familia que, de momento, parece preferir el orgullo al perdón.