Charlene de Mónaco rechazó firmar el divorcio de Alberto II por su ansia de dinero y poder

La Princesa de Mónaco es muy infeliz, pero fue incapaz de divorciarse

Desde el mismo día de su boda, se hacía más que evidente que Charlene no iba camino de una vida feliz junto a Alberto de Mónaco. La actual Princesa de Mónaco sabía que, para tener poder y dinero ilimitado, debía sacrificarse y casarse con un hombre al que, lejos de amar, detestaba profundamente. Sin embargo, sus intereses primaron por encima de sus sentimientos y bienestar, algo que ha acabado con Charlene en un muy delicado estado psicológico.

Tal es el ansia de poder y dinero de Charlene de Mónaco, que no le han faltado nunca motivos para justificar un divorcio y salir bien parada a nivel de imagen. Sin embargo, la sudafricana es muy consciente de que si se separa de Alberto, todo ese poder y dinero se verán reducidos al mínimo, algo por lo que no está dispuesta a pasar una Charlene que prefiere su estado actual a tener que ceder poder y dinero.

Alberto llegó a darle la oportunidad de divorciarse

Según han contado fuentes cercanas, no han sido pocas las ocasiones en las que Alberto de Mónaco, consciente de que la situación de Charlene es insostenible, le habría dado la opción de divorciarse y comenzar cada uno un camino por su cuenta. Eso sí, sin el estatus de Princesa y todo lo que conlleva, desde lo negativo, hasta lo positivo. Un plan que no convenció a una Charlene que ya se ha acostumbrado demasiado a tenerlo todo al alcance de su mano y a tener una cuenta bancaria a la que casi no le caben los números.

Es decir, que lejos de primar su salud mental, Charlene de Mónaco siempre ha optado por dar prioridad a su afán de dinero y poder. Algo que la ha llevado a una vida llena de lujos y riquezas pero carente de felicidad y alegría, ya que su gran anhelo siempre había sido ese, el de ser una mujer de mucho poder a costa de todo. Hecho que la ha llevado a rechazar siempre la posibilidad de firmar un divorcio.

Alberto de Mónaco, sigue a lo suyo

Ante esta situación, la idea de Alberto II no ha cambiado en absoluto, pues ante la negativa de Charlene a divorciarse, el Príncipe monegasco sigue llevando una vida absolutamente libre y sin ver a su esposa, la cual vive en Francia absolutamente aislada de un Alberto con el que ni se dirigen la palabra, pero del que no le interesa nada divorciarse.