Casa Real aceptó a Letizia porque aceptaba las relaciones de Felipe VI con hombres
A Letizia solo le importaba tener poder
La historia íntima de Felipe VI siempre ha estado marcada por el silencio y la manipulación desde Zarzuela. Su vida privada generó durante años rumores que nunca dejaron de incomodar a Juan Carlos I, obsesionado con salvaguardar la imagen del heredero. Tal y como revelan Joaquín Abad y Laura Rodríguez, Felipe no mostraba interés por las princesas ni por las mujeres de alta alcurnia que se le presentaban. Al contrario: su entorno más cercano sabía de sus encuentros con hombres, en fiestas privadas o en escapadas discretas al pantano de San Juan.
La presión era insoportable. El emérito entendía que sin matrimonio no había estabilidad para la Corona, y menos aún si crecían las sospechas sobre la orientación sexual de su hijo. Por eso movió todos los hilos para encontrar candidatas que pudieran cumplir un papel: Isabel Sartorius, Eva Sannum o incluso modelos extranjeras contratadas a través de agencias vinculadas a Javier Hidalgo. Todas ellas eran parte de una estrategia para acallar las habladurías. Pero ninguna encajó del todo.
Letizia, una figura inesperada en Zarzuela
La llegada de Letizia Ortiz cambió el guion. No solo era una periodista con proyección pública y ambición desmedida, sino que además aceptaba las condiciones que imponía la Casa Real: convivir con un hombre que, según las fuentes citadas, mantenía relaciones también con varones. En Zarzuela lo vieron claro: Letizia era la mujer que podía sostener la fachada perfecta, alguien dispuesta a sacrificar su intimidad por alcanzar la cima del poder en España.
De este modo, la boda entre Felipe y Letizia no fue la historia de amor que se quiso vender, sino un pacto frío y calculado. Él garantizaba continuidad en la monarquía, ella se convertía en reina y, a cambio, aceptaba callar lo que todos sabían y nadie decía. Un secreto incómodo que, según Abad, explica por qué su matrimonio nunca ha mostrado la complicidad ni la pasión que debería existir en una pareja real.
Así pues, mientras los eméritos tuvieron que vivir su propia unión forzada —con Juan Carlos I enamorado de Olghina de Robilant y Sofía soñando con Harald de Noruega—, la historia de Felipe y Letizia se diseñó desde los despachos de Zarzuela. No fue amor lo que unió a los actuales Reyes de España, sino una estrategia para tapar la vida privada del monarca y sostener una monarquía que siempre se ha construido sobre secretos.