Carolina quiere a Charlene fuera del Principado: el ultimátum que sacude Mónaco

La relación entre Charlene y Carolina no se puede salvar

La tensión lleva años latiendo en silencio entre los muros del Palacio de Mónaco. Pero ahora, todo parece haber estallado. Según fuentes próximas al entorno de los Grimaldi, Carolina de Mónaco le ha pedido directamente a su hermano, el príncipe Alberto, que ponga fin a su matrimonio con Charlene. Ya no se trata solo de una rivalidad incómoda: Carolina cree que su cuñada perjudica la imagen de la monarquía. Y está dispuesta a decirlo en voz alta.

Y es que la relación entre ambas nunca fue buena. No hay más que revisar la hemeroteca: coincidir en el mismo acto ha sido siempre una excepción, no la regla. Carolina ha evitado cuidadosamente compartir protagonismo con Charlene. Y cuando la exnadadora sudafricana se retiró de la vida pública por problemas de salud, fue precisamente ella —junto a su hermana Estefanía— quien asumió el peso institucional de la familia. Lo hizo sin quejarse, como ya había hecho décadas atrás. Pero esta vez, no está dispuesta a soltar el testigo sin condiciones.

Carolina presiona a su hermano

La realidad es que, mientras Charlene ha intentado volver a escena con apariciones calculadas, la visibilidad de Carolina no ha dejado de crecer. Ha ocupado actos clave, ha posado con firmeza en eventos diplomáticos y, sobre todo, ha demostrado que sigue siendo el rostro fiable de los Grimaldi. Un rostro que representa historia, prestigio y continuidad. Algo que, a ojos de la princesa Carolina, su cuñada no tiene.

El malestar se intensificó cuando Alberto viajó a Wimbledon sin Charlene, pero acompañado de Melanie-Antoinette de Massy. Un gesto que no pasó desapercibido. La ausencia de la princesa, una vez más, encendió rumores. Y esta vez no se han apagado. Carolina, cansada de aparentar cordialidad, le habría dicho al príncipe lo que muchos en el entorno piensan y pocos se atreven a decir: que el matrimonio con Charlene nunca funcionó y que mantenerlo es una farsa.

Porque, en el fondo, Carolina nunca aceptó a Charlene. No solo porque la relegó a un segundo plano, sino porque llegó a alterar el equilibrio dinástico. Antes del nacimiento de Jacques y Gabriella, ella era la heredera. Y cuando Charlene ocupó su lugar junto a Alberto, todo cambió. La sudafricana lo sabía. “Mónaco está lleno de tiburones y víboras”, confesó una vez a un amigo cercano.

Así pues, el cuento de hadas se deshace entre los pliegues de la alta costura y los saludos protocolares. Y la princesa Carolina ya no oculta su deseo: quiere un Mónaco sin Charlene. Y lo quiere ahora.