Camilla Parker Bowles se ha aprovechado de Carlos III para hacer rico a su hijo
Tom Parker Bowles ha ganado peso dentro de Buckingham
Mientras la salud de Carlos III continúa rodeada de incertidumbre, los movimientos más decisivos no se dan en la sala del trono, sino en las sombras de Buckingham. Y es que Camilla Parker Bowles, lejos de conformarse con su rol ceremonial, estaría trazando con frialdad una estrategia silenciosa pero demoledora: asegurar su legado y el de su familia directa, mientras relega a Harry al último rincón del testamento real.
La realidad es que las últimas declaraciones del duque de Sussex, insinuando en la BBC que a su padre “no le queda mucho tiempo de vida”, han terminado por romper los pocos puentes que quedaban. Fuentes cercanas al entorno del monarca aseguran que Carlos ha tomado una decisión drástica: reducir la parte de la herencia de Harry al mínimo legal posible. Y detrás de esa jugada, todas las miradas apuntan a Camilla.
Y es que la reina consorte habría sido quien empujó a limitar el alcance patrimonial del príncipe rebelde. No con escándalos ni confrontaciones abiertas, sino con una estrategia quirúrgica. En paralelo, su hijo, Tom Parker Bowles, empieza a asomar como el gran beneficiado de este giro sucesorio. Aunque sin título nobiliario, Tom ha ganado espacio institucional, ha reforzado su visibilidad y cuenta con el apoyo de figuras clave del entorno real.
Camilla Parker Bowles comienza a jugar sus cartas
De este modo, Camilla estaría utilizando instrumentos legales como fideicomisos y redistribución de activos para blindar a los suyos sin romper formalmente la ley. A pesar de que desheredar por completo a un hijo en Reino Unido es prácticamente inviable, sí puede limitarse su participación a una cifra simbólica si existen justificaciones documentadas. Y eso es precisamente lo que estaría ocurriendo con Harry y Meghan.
La tensión familiar se ha transformado en una batalla por el legado. Joyas con valor histórico, fincas, arte, fondos opacos… todo está sobre la mesa. Mientras tanto, Carlos III, debilitado por su enfermedad, parece haber cedido el control a la persona que mejor ha jugado sus cartas.
Así pues, Camilla ya no es una figura decorativa. Su influencia se ha consolidado y su ambición se abre paso. Y si el futuro de la monarquía está en juego, nadie duda de que ella quiere decidir quién se queda con la corona… y con la fortuna.