Buckingham lleva décadas escondiendo el oscuro secreto del Príncipe Guillermo

En privado, no hay nadie que pueda soportar los arrebatos de Guillermo

La imagen de Guillermo de Gales siempre ha sido cuidada con precisión milimétrica por la maquinaria de Buckingham. Responsable, serio y con un halo de estabilidad que lo convierte en el perfecto heredero, el príncipe ha sabido vender la idea de que está preparado para ocupar el trono cuando llegue el momento. Sin embargo, tras esa fachada de calma y compostura, se esconde un carácter muy distinto, uno que en privado resulta insoportable para quienes lo rodean.

Y es que, según quienes han convivido de cerca con él, Guillermo puede llegar a ser un hombre desagradable, de mal genio y perfeccionista hasta la exasperación. Las rutinas que exige no siempre son fáciles de cumplir, y cuando algo no sale a su manera, la reacción es inmediata: gritos, reproches y una tensión que hace del ambiente algo casi irrespirable. Esta faceta, que contrasta con la sonrisa amable que muestra en actos públicos, convierte a su entorno más cercano en testigo de episodios que pocos imaginarían de alguien que parece encarnar la calma británica.

Guillermo no acepta el más mínimo error

De este modo, la presión de pertenecer a la familia real se mezcla con un temperamento que no tolera errores. En los pasillos privados de las residencias oficiales, el príncipe puede ser duro, tajante y muy poco comprensivo. La perfección lo obsesiona, y quienes trabajan a su lado aseguran que es capaz de pasar de la cordialidad al enfado en cuestión de segundos. Para muchos, estar a su servicio no es solo un empleo, sino una carrera de fondo contra su exigencia constante.

La realidad es que estas actitudes no son nuevas. Desde joven, Guillermo mostró un carácter intenso y, en ocasiones, explosivo. La presión mediática, los fantasmas de su infancia marcada por el divorcio de sus padres y la trágica pérdida de Lady Di parecen haber dejado huellas que se reflejan en un comportamiento que dista mucho del heredero impecable que el público cree conocer.

Así pues, el príncipe que en público sonríe y da discursos de unidad, en privado puede convertirse en alguien difícil, con un temperamento que incomoda y genera estrés. Una dualidad que lo hace más humano, pero también más polémico, y que deja en evidencia que la realeza británica está muy lejos de ser el cuento de hadas que proyecta al mundo.