A Ainhoa Armentia e Iñaki Urdangarin les han pedido, por favor, que no vuelvan, no son bienvenidos
Tensión familiar y un rechazo que deja claro que algunas heridas aún no han sanado
Lo que parecía un viaje familiar terminó en un nuevo desplante. Iñaki Urdangarin viajó a Londres junto a su pareja, Ainhoa Armentia, y algunos de sus hijos para ver a Irene, la pequeña del clan. Pero la joven fue clara desde el primer momento: no quería ver a Ainhoa. De hecho, apenas aceptó recibir a su padre. Al resto del grupo, ni un saludo.
No es la primera vez que Irene marca distancia. Desde que se hizo pública la relación de su padre con otra mujer, ha sido la más tajante. No ha perdonado lo que considera una traición hacia su madre, la infanta Cristina. Aunque el matrimonio ya estaba roto, nadie se lo explicó. Ella solo vio a su madre llorar en silencio.
En Camboya, meses atrás, ocurrió algo similar. Iñaki fue a verla acompañado de Ainhoa, e Irene no dudó: pidió que la nueva pareja se alojara en otro lugar. No quería compartir espacio ni fingir una cercanía que no siente.
Un rechazo que duele, pero se mantiene firme
Para Irene, Ainhoa Armentia simboliza un antes y un después. No entra en matices ni en discursos adultos. Vio a su familia romperse en silencio, y se posicionó claramente del lado de su madre. A día de hoy, no ha cambiado de opinión.
El entorno de Iñaki asegura que no busca hacer daño. Que se enamoró tras sentirse solo, aislado y traicionado por todos. Pero la realidad es que muchos, dentro y fuera de su familia, no han entendido su forma de actuar. Y menos aún que, sabiendo la situación, siga apareciendo en los lugares con Ainhoa, como si nada.
En Londres, la respuesta de Irene fue educada pero firme: "Con ella, no". Y ese mensaje fue entendido como una petición clara. Ainhoa e Iñaki no son bienvenidos. Ni ahora ni en el futuro cercano. Mientras tanto, los hijos mayores tratan de mantener una relación cordial. Pablo, el más mediático, ha sido el más empático. Pero ni su madurez ni sus palabras han servido para cerrar la herida con su hermana. Porque hay cosas que, aunque no se digan en voz alta, pesan. Y para Irene, el dolor no ha pasado.