Hunde a Ceballos, desespera a Valverde: se acabó la paciencia con Ancelotti y su gran protegido
Señalado habitual en este arranque liguero donde hay muchos más déficits, es parte del desequilibrio
Dani Ceballos es el nombre del Real Madrid en el tramo final del mercado de fichajes y también es el síntoma de un mal que aqueja a un equipo blanco deslucido, tupido, tosco y lento en el arranque liguero. Y Las Palmas no fue la excepción, sino la confirmación. Seamos claros: allá donde la ineficacia de Vini Jr., Brahim, Mbappé o Rodrygo es palpable de cara al gol, subyace un problema, convertido en agujero negro, vertido desde unos metros por detrás por parte de un sospechoso habitual que quita minutos al sevillano, entre otros futbolistas, y resulta inoperante.
Lo dijimos (por ahorrarnos la citación a esta misma tesis en temporadas pasadas) ante el Mallorca, también ante el Real Valladolid y lo repetimos en Las Palmas, uno de los graves déficits de este Madrid predecible, poco agresivo, lánguido en ritmo de juego y explosividad, mermado en lo creativo, es el elemento que nunca toca Carlo Ancelotti (lo que definitivamente -como el italiano se encargó de señalar en rueda de prensa- lo coloca con el grado máximo de responsabilidad por los 4 puntos perdidos en 3 jornadas) y que arrastra el juego blanco a la mayor predictibilidad. Sí, otra vez Aurelién Tchoaumeni es el germen, el síntoma y una parte importante de la razón de la caída merengue.
El jugador francés está donde debe estar, que es lo que le gusta a Carletto, pero lejos de alimentar el mito del cinturón de seguridad, el ex del Mónaco no protege, desluce incluso para aquello en lo que no hace falta la clase, amén de su nula competencia en el robo de balones: la agresividad. Sin ir más lejos lo vimos en el gol de Moleiro, donde esconde la pierna -inexplicablemente- allá donde Camavinga hubiera ido con furia -no digamos ya Casemiro-, pero ese no es su gran inconveniente. No, el suyo es mucho más grave.
El internacional con les bleus es un jugador lentísimo, inoperante en la faceta constructiva y al que le falta calidad para ser el organizador que supla nada menos que a Toni Kroos. Acostumbrados a la solución fácil, rauda y justa del alemán, el resto de piezas blancas -con la excepción de Mbappé- no encajan en este otro ritmo de juego. A Tchouameni, simplemente, no le da para jugar ahí, con esa función tan capital. Pero Carletto le pone, le pone mucho, que es grave, y no lo quita, lo cual resulta catastrófico. Y, por tanto, no hay salvación para el míster, que por errar en su idea ayer, en suelo insular, falló en todo: planteamiento, cambios, tiempos de estos (el de Endrick por Vinicius debía haber sucedido al menos 10 minutos antes) y lectura del choque; modificada sobre la marcha y sin éxito.
De modo que, al filo del final del mercado, haya habido lanzamiento del peto de Dani Ceballos o no (eso se dijo anoche del jugador, aunque este lo desmintió), se entiende su mosqueo, sus ganas de salir: no juega porque lo hace alguien que no es culpable de los fallos de otros, pero sí es el origen para que estos ocurran; básicamente porque nadie hizo tan poco en la casa blanca para ser indiscutible allá donde todo debe suceder, en la sala de máquinas. Entiéndannos, viniendo de la excelencia del genio de Greifswald, la apuesta por Tchouameni en su función resulta grosera; imaginamos que a la plantilla y a Ceballos les ocurre lo mismo.