Bartomeu cierra a su primer fichaje y a nadie en la ciudad le hace ilusión

La realidad del Barça es esta

Todos estaban esperando con mucha ansia en Barcelona a que Josep Bartomeu y el Fútbol Club Barcelona cerraran a su primer fichaje. Sin embargo, cuando lo ha hecho, ayer mismo era oficial, se han llevado las manos a la cabeza. El elegido ha sido el brasileño, desconocido para la mayoría, Gustavo Maia. Ha firmado para las próximas cuatro temporadas por casi 5 millones de euros. Lo más sangrante de todo es que ni siquiera viene para jugar en el primer equipo si no en el Barcelona B. La afición no aguanta más y las redes sociales se llenaron de mensajes en contra de la presidencia actual.

Cerrado desde enero

De Gustavo Maia ya habíamos hablado alguna vez en Don Balón. Desde el pasado mes de enero sabíamos del interés del Barça en firmar al talentoso jugador brasileño. Si bien es cierto no está entre esos que todos hablan, pero el jugador tiene sus cosas positivas. Es un extremo bajito pero muy habilidoso, capaz de salir en el uno contra uno con o sin espacios y uno de esos jugadores que gusta ver por su capacidad de inventar cosas que parecen imposibles. Un jugador muy brasileño, pero que no termina de convencer tanto como para dar el salto al primer equipo.

Parece una operación rara por las cifras y por el rendimiento del propio jugador, pues tampoco ha llamado la atención en el Sao Paolo donde no ha llegado a debutar ni tan siquiera con el primer equipo del conjunto brasileño. Muchos se acuerdan de otros fracasos como Kerrison, o uno más actual como es el de Matheus Fernandes, y comienzan a pedir explicaciones.

En el Barça no han hecho declaraciones respecto al fichaje. Tan solo el anuncio oficial y que haría la pretemporada con el segundo equipo, que seguirá en Segunda B, por lo que parece que tardaremos en verle vestido de corto con la camiseta del Fútbol Club Barcelona.

En definitiva, Gustavo Maia es un fichaje de futuro muy interesante en cualquier otra circunstancia, pero no cuando el Barcelona debe vivir de su presente. La exigencia es máxima y el fichaje no convence a nadie