Ancelotti cambia de sistema, no por Mbappé y Endrick y olvida a Kroos: acostúmbrense a la revolución

El Madrid mira al futuro sin la certeza que le ha acompañado en la última década

Llegó al Santiago Bernabéu en la temporada 2014/15 y al término de la campaña pasada, la 23/24, tras diez años vestido de blanco, decidió echarse a un lado no solo del Real Madrid, sino de la práctica del fútbol. Evidentemente hablamos de Toni Kroos y, permítanme la perogrullada, sin él los blancos pierden mucho, muchísimo, de modo que Carlo Ancelotti está obligado a llevar a efecto una revolución, que no viene dada por los fichajes, sino por la ausencia del alemán.

Una ausencia que lleva a los merengues al kilómetro 0

Durante la gira por Estados Unidos, en los choques ante el AC Milan, el FC Barcelona y el Chelsea, poco o nada se ha podido ver de este cambio de rumbo blanco en la sala de máquinas, en parte porque dos figuras clave en él no han estado disponibles, pero desde esta semana ya todos los jugadores -a excepción de David Alaba- están a las órdenes del míster de Reggiolo y eso nos lleva a este nuevo planteamiento que nada tiene que ver con Kylian Mbappé y Endrick y que lleva a los merengues al kilómetro 0.

Un doble pivote falso que no ha venido cuajando

Esta temporada el Madrid inicia el curso con un centrocampista menos que la pasada campaña (seis), precisamente por la salida del mismo Toni Kroos, y eso necesariamente insta a Eduardo Camavinga y Aurelien Tchouameni no solo a que den un paso al frente para hacer las veces de ellos mismos y el jugador germano, sino que se hagan indiscutibles desde ser compatibles. 

Y es que, ya sea con el de Cabinda de pivote o lateral izquierdo o con el ex del Mónaco quitándole el puesto de 5 a su compatriota, la pareja gala se ha prodigado poco, algo que va a cambiar esta temporada.

Lo sencillo es que el más dotado técnicamente, es decir, Camavinga, haga de Kroos y eso lleve al Madrid a un dibujo casi parejo al de la pasada campaña, pero también puede darse un nuevo Madrid, uno en el que se cree el juego desde el doble pivote francés, forzando la deriva blanca a más verticalidad, más músculo y menos control. El primer problema que se vislumbra en este nuevo planteamiento resulta de la salida de balón; la gran ventaja será el aporte de trabajo y la recuperación de balones, que se antojan claves para lanzar rápidos contraataques con una delantera que puede resultar devastadora.