Raphinha ha sido el primero en hablar con Lamine Yamal porque el vestuario se ha hartado de él
En Mallorca dejó de jugar para el equipo
Lamine Yamal ya no es ninguna promesa, el canterano se ha convertido, por méritos propios, en una estrella mundial y en el jugador más determinante del Barça. De eso no hay nadie que tenga ni una sola duda. Sin embargo, hay un aspecto en el que Hansi Flick siempre ha dedicado especial atención. Se trata del individualismo de un Lamine que sabe que es el mejor jugador del equipo y que cualquier acción que pase por sus botas va a ser sustancialmente mejor que la que pase por las botas de cualquiera de sus compañeros. Una certeza que ha llevado a Lamine a comenzar a pensar más en él mismo que en el equipo.
Además, por mucho que lo niegue, el Balón de Oro es un tema muy importante para Lamine. Se siente el mejor jugador del mundo y sabe que, para ser galardonado con el Balón de Oro, debe comenzar a marcar más goles. Buena muestra de ello fueron los nueve disparos que llegó a intentar a lo largo del partido. Daba igual si tenía a uno o dos rivales delante, él buscaba siempre portería. Algo que acabó molestando a más de uno de sus compañeros.
Raphinha, el primero en hablar con Lamine
Ante esta situación tan complicada, ha sido Raphinha el que, como uno de los grandes líderes del equipo, el que habló con Lamine para bajarle los humos y dejarle claro que a este deporte juegan otros 10 compañeros. Pues, por mucho que diera una asistencia, el brasileño le hizo saber que debe pasar más el balón y tener en cuenta a sus socios en el ataque, como hizo en el primer gol del equipo.
Pues, a pesar de que cada vez es mejor de cara a portería, la realidad es que la mejor versión de Lamine es cuando se pone a asistir y a habilitar a sus compañeros. Es ahí donde marca mayores diferencias. Sin embargo, eso no es lo que más llama la atención ni lo que gana el Balón de Oro.
Así pues, en el vestuario ya hay más de uno que dice que Lamine se ha convertido en el típico “chupón” que en el patio de la escuela se sabía mejor que el resto y no pasaba el balón por nada del mundo.